El secuestro

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 - Rodr... eh, hol, ¿Qué haces acá? - Quería decir algo mejor, pero su lengua se trababa.

- Buscando algo para desayunar. - Los miró a ambos.

- Nathaniel - Estiró la mano para presentarse, ya que ella no lo hacía.

- Ah, si, lo siento. Él es el novio de Leticia.

- Un gusto. - Al darle la mano, sintió el mismo olor que sentía su paciente. - ¿Huelen eso? - Miró hacia la calle, luego a unas bolsas de basura que estaban cerca. - No entiendo porque la gente tira la basura a esta hora. Esas bolsas desprenden un olor terrible. 

- Si, seguro es eso. - Pero Ángeles estaba segura de que ese aroma no provenía de ahí. 

- Iba a desayunar, ¿Quieres venir? - Ese mensaje iba solo para ella. No sabía que responderle, porque si quería ir con Rodrigo, pero era grosero después de rechazarle la invitación de Nathaniel. 

- Sera mejor que me valla, así preparo todo para esta noche. - Levantó la bolsa que traía en la mano. - Nos vemos después, Ángel. Y gracias por tu ayuda. 

- No hay de que. 

- ¿Lo ayudaste en algo? - Rodrigo seguía viendo la bolsa que balanceaba Nathaniel, mientras se iba. 

- Si, le compro un regalo a Leticia. Larga historia. 

- ¿Quieres desayunar? 

- Pero ya lo hice. 

- Eres loba ahora. Se supone que debes comer mucho durante el día.

- Es una buena excusa para comer en exceso.

- Si, y para comer muchas hamburguesas. - Le guiño un ojo. Haciendo que un nuevo sentimiento desbloqueara de ella. 

  Atontada por el desayuno que compartió con Rodrigo, volvió al trabajo, donde no logro concentrarse. Solo pensaba en lo fácil que era estar con él. Se sentía tan cómoda, como si ambos fueran amigos de toda la vida. Tiempo después, Leticia estaba preparada para su salida, cuando Ángeles recibió un nuevo mensaje de Rodrigo. Su sonrisa inocente no lograba desaparecer. Ambas estaban felices por lo que estaban pasando, es por eso que le contó que esa noche tendría una cita muy romántica con Nathaniel, pero se notaba que aquella era más que especial. Su amiga trataba de mostrarse intrigada por lo que pasaría, pero se notaba que algo pasaba. Ángeles le dijo que solo se sentía atontada por los mensajes de un "amigo", era todo. Leticia le creyó a duras penas. 

 Ambas salieron al frío anochecer de Bariloche. Ángeles se quedó junto a ella esperando a que apareciera Nathaniel. Estacionó el auto cuando llegó, pero antes de que Leticia se subiera en él, su novio se bajó para abrirle la puerta. La saludó con un beso. En su mirada se podía notar que estaba enamorado. Con su novia ya en el vehículo, se acercó hacia Ángeles, dándole un fuerte abrazo, que ella no esperaba, junto con un beso en la mejilla. Ese saludo de despedida era normal, pero ella no sabía como tomarlo. No le gustaba recibir afecto de un chico que ya tenía a quien dárselo. Sonó su celular, cuando el auto ya había llegado a la esquina. Estaba feliz por ella. Aunque volvía a sentir ese olor a podrido, una vez más, y tenía miedo de que fuera Nathaniel. 

 Con la cara congelada, atravesó la puerta de su casa. Como de costumbre, sus dos perros la recibieron con todo el cariño y entusiasmo del mundo. A diferencia de cuatro personas que estaban en el living, viendo una película mientras comían pizza. Tenía hambre, y esa comida la tentaba, pero sus hermanos la obligaron a ir a la cocina por su comida. Su padre le había dejado un kilo de bife en la heladera. Con cara de asco, los observó, y cerro la puerta. Reviso su teléfono por si tenía otro mensaje. Pasó por el living antes de ir a su habitación. Nadie le prestó atención cuando paso por ahí. Se recortó sobre la frazada, dejando el celular sobre la mesa de luz. De apoco se iba durmiendo, hasta que una llamada entrante, la despertó.   

Entre garras y colmillosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora