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─Mi nombre es Minori Yasu, estoy a su cuidado, por favor. ─Tras una reverencia junto a su ligera voz se presentó, no llamaba mucho la atención, su tono monótono y sin emoción más de la necesaria, cabello peinado y arreglado en una coleta que caía sobre su hombro, nada nuevo.
Algunos chicos la miraban con curiosidad, "¿Quién se une a mitad de curso?", las vacaciones de invierno habían terminado y nadie estaba de ánimos para la vuelta a clases.
─Su asiento es allá al fondo, si tienes alguna dificultad házmelo saber por favor ─Se acercó el profesor para indicarle su lugar ─, Miyamura, levanta la mano ─El nombrado acató su orden sin esfuerzo ─; el banco al lado es el suyo, señorita Minori.
Otra pequeña reverencia hacia el adulto antes de caminar entre los estudiantes y sus murmuros, como si paredes de chismes y susurros la rodearan, se sentía agotada, no importa si cambiaba de escuela siempre existiría ese ambiente repugnante. Sin embargo notó algo distinto.
Los cuchicheos no eran -mayormente- acerca de ella siendo la chica nueva.
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─Le tocó al lado de Miyamura...
─¿Y si le ofrezco cambiar de asiento?, se ve agradable?
─¿¡Y quedar junto a Miyamura!?, no vale la pena.
─Desde aquí se ve lo depresivo que es, la compadezco.
─¡Shh! te va a oir...
─Tal vez si la invitamos en el almuerzo la podamos salvar antes de que se contagie.
─Buena idea, o sino se llenará de agujeros como él.
─Esperemos que no, con una persona así ya es suficiente ¡Imagina si hubiesen dos Miyamuras!
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¿Qué rayos ocurría en esa clase?
Se sentía extraño ver tanta repulsión hacia una persona, empatizó con el azabache, suspiró y llegó a su banco, sacó una libreta y su estuche, tomó un lápiz y comenzó a dibujar sin prestarle atención a la explicación del profesor.
Miraba al costado y detallaba a su compañero de banco, su cabello lacio y negro brillante que caía con delicadeza sobre su rostro, ocultando las pestañas largas y rizadas que abrazaban a sus ojos tan lindos, con un mar azul apagado y profundo, sin brillo ni esperanzas.
Su corazón latió con fuerza, no dejaba de mirarlo, en su opinión era hermoso, le entristecía ver esa expresión tan cerrada y frustrada, Miyamura sabía perfectamente lo que opinaban de él, se había rendido consigo mismo hace mucho, ahora sólo era una capa de piel que se movía en automático.