Capítulo 3

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A la mañana siguiente, Hermione se despierta recordando que encontrar el camino de vuelta a casa no es la menor de sus preocupaciones. No tiene ninguna muda de ropa. Salta de la cama, a punto de ponerse la túnica de ayer y correr al despacho de Dumbledore para informar de su dilema, cuando algo la detiene en seco: un baúl a los pies de su cama.

La esperanza levanta el ánimo de Hermione. Siente que empieza a sonreír cuando levanta la tapa de su baúl y mira dentro. El estómago se le cae y la sonrisa se congela. No ha regresado a su época y estas no son sus posesiones en el baúl. El baúl está apenas medio lleno; unas cuantas túnicas de repuesto han sido cuidadosamente guardadas en un lado, mientras que junto a unos rollos de pergamino hay unas cuantas plumas y un frasco de tinta. Encima de todo, una carta pulcramente doblada se encuentra como un lazo. Hermione la coge y la despliega.

"Estimada señorita Granger.

Parece que tu baúl no ha llegado hasta nosotros con la misma eficacia que tú. Por lo tanto, me he tomado la libertad de hacer que se envíen túnicas y materiales de repuesto hasta que te pongas en contacto con tus padres y puedas hacer que te envíen tus propias posesiones.

En cuanto a la cuestión de los libros de texto, he consultado con nuestra bibliotecaria, la señora Irma Pince, y ha accedido amablemente a concederle un permiso temporal para tomar prestados los ejemplares sobrantes en la biblioteca.

Sin embargo, me ha pedido que insista en el carácter efímero de este préstamo y en las consecuencias nefastas que se derivarían si los libros de texto se devolvieran en algo menos que el estado prístino en el que le fueron confiados.

En ese sentido, señorita Granger, le insto a que adquiera sus propios ejemplares de los libros de texto con la mayor brevedad posible.

Atentamente.

Director del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, Orden de Merlín, Primera Clase, jefe Supremo de la Confederación Internacional de Magos, etc."

Ver la letra de Dumbledore es extrañamente tranquilizador. Al menos es el mismo director considerado que Hermione conoce. A pesar de saber que los elfos de la casa debían de haberlo enviado en mitad de la noche, cuando deberían haber estado descansando, Hermione se alegra del baúl y de los materiales que contiene, y de que Madame Pince se salte las normas y le permita a Hermione tomar prestados sus preciados libros de texto. Si acaba estando aquí más de una semana, Hermione piensa que se convertirá en su misión personal hacer que Madame Pince confíe en ella ahora tanto como en el presente de Hermione. Hermione debe de ser la única alumna de todo el colegio a la que Madame Pince no vigila como un halcón cuando tiene un libro en la mano. La idea la anima considerablemente. Puede que esté en una época diferente, pero al menos tiene algo familiar a lo que aferrarse.

Hermione vuelve a doblar la carta con cuidado y la coloca sobre su cama mientras saca una bata limpia y todo lo que necesitará para la clase. Debajo de todo el material, encuentra una bolsa de transporte bastante estropeada, probablemente una que un alumno mayor olvidó o dejó atrás cuando dejó el colegio para siempre. Hermione se viste y ordena todo cuidadosamente en su bolsa.

El reloj de péndulo de la habitación indica que se acercan las siete. A pesar de lo temprano de la hora, Hermione se da cuenta de que tres de las cinco camas tienen las cortinas abiertas y las camas hechas. Hermione no sabe cuál es la cama de Lily, pero coge su bolso y sale del dormitorio de todos modos. No puede ser demasiado sospechoso que pueda encontrar el camino al Gran Comedor, ya que estuvo allí la noche anterior, ¿verdad?

La sala común está escasamente poblada a esta hora del día. Los estudiantes que no están todavía tumbados en la cama tratando de aprovechar esos pocos minutos extra de sueño se están duchando o se dirigen al Gran Comedor para desayunar.

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