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A las puertas del Infierno

No quería entrar el primero, pero tampoco el último, así que entré después de los dos primeros. Fuimos poco a poco entrando, primero Antonio, después Rafa, yo siguiente a los dos, Manu detrás mía, y Raúl el último.
Una vez entramos todos, aseguramos muy bien la enredadera para que no se desenganche de ahí, y empezamos la exploración.

Dani y Marco, al mismo tiempo, discutían sobre el tema.

- Yo de verdad no sé para que se meten -. Admitió Marco.
- Son tontos, pero no les podemos hacer nada -. Contestó su hermano.
- ¿Tú crees que pasará algo?
- Esperemos que no.

En el castillo, los cinco investigamos la habitación. Me temblaban las piernas, ya que estábamos al lado de la habitación donde vi eso.
- Despejado -. Comentó Rafa.
- Oye -, tragué saliva, que se quedó en mi garganta por el nudo de esta - en la habitación de la derecha... esta donde vi la sombra.
- Pues vamos a verla -. Opinó Rafa.
- Tú primero -. Dijo Raúl.
- Pe- pero cabrones, no me dejéis solo -. Exclamó asustado Rafa.
- Que no, venga, tira para delante -. Oprimió Antonio, dándole pequeños empujones. Rafa abrió la puerta con el pie, y en la habitación no había nada más y nada menos que una silla con musgo corrosivo, se notaba por el aspecto de esta, y detrás, una estufa oxidada y un armario en una esquina.
- Despejado -. Volvió a advertir Rafa.
- Ahora aparece el abuelo de Erik -. Dijo Raúl de manera entrecortada debido a su risa.
- ¿Y eso a qué viene? - Dije con una risa nerviosa, intentando tranquilizarme un poco.
- No, en todo caso sería su abuela -. Recalcó Manu, el muy bromista.
- Lo que sería gracioso es que López viviera aquí -. Dijo Antonio.
- ¡Callaos! - Ordenó Rafa, con el brazo izquierdo estirado a un lado, y el otro haciendo un gesto de silencio.
- ¿Qué pasa? - Preguntó Manu.
- Nada, era para ver si lograba escuchar algo -. Dijo Rafa.

Seguimos explorando y abrimos la siguiente puerta, y vimos una escalera que conducía al segundo piso, y por los lados vallas para evitar caídas. Esta zona estaba especialmente mal, ya que las escaleras tenían un aspecto horrible e inestable. Las vallas tenían un aspecto para nada confiable y parecía que se podían caer con la más mínima brisa de viento dado a su doblez mirando a la zona de las escaleras.

Por donde entramos solo había una puerta, por lo cual no sabíamos como se accedía al cuarto piso, aunque lo más probable era que hubieran otras escaleras en el segundo piso que dieran acceso a otra zona del tercer piso, y esta, a su vez, al cuarto piso.

- ¿Bajamos? - Pregunté.
- No tenemos otra opción -. Contestó Manu.
- Pues bajamos -. Dijo Antonio.

CERCA DEL PURGATORIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora