Si tiene que pasar... Acabará pasando

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A través de la ventana, un joven monstruo marino observaba cómo una fina capa de nieve cubría poco a poco las calles de Portorosso.

Luca nunca lo había visto tan de cerca, pues el mar derretía los copos de nieve que caían en él. Ni siquiera se había acercado nunca a los icebergs que flotaban cerca de su casa, pues su madre siempre le había prohibido acercarse a la superficie.

La nieve era algo nuevo para él. Había aprendido en la escuela que era en realidad lluvia, que alcanzaba temperaturas tan bajas en las nubes que al caer se convertían en hielo.

Alberto se apoyó en la ventana junto a él, observando la bonita escena. Él sólo podía pensar en la diversión que tendrían en la nieve todos juntos. También se preguntaba si, al ser realmente agua sólida, la nieve también causaría que se transformasen.

De repente volvió en sí mismo, y se giró hacia su amigo, agarrando su mano.

- ¡Vamos, Luca! ¡Aún tenemos que prepararnos!

Pudo jurar haber visto a su amigo algo sonrojado, pero se olvidó rápidamente cuando bajó las escaleras corriendo junto a él. La nieve casi le hace olvidar que Massimo les esperaba para equiparlos con la ropa necesaria para salir a jugar.

Y así era. Giulia y su padre los esperaban, ya vestidos con la abrigada ropa de invierno, listos para salir. A su lado, dos montones de ropa de invierno que los chicos se apresuraron a agarrar, y a ponerse. Una vez estuvieron listos, una voz femenina les soltó la pregunta que estaban esperando.

- ¿Y bien, chicos? ¿Listos para salir? - Martina, la madre de Giulia, que les había acompañado a Portorosso por Navidad, también vestía muy abrigada. Los jóvenes Relegados asintieron con entusiasmo, y se apresuraron a la puerta para quedar deslumbrados por el blanco reflejo de la nieve en su jardín.

En esta ocasión especial, Martina había acompañado a su hija (y a su nuevo hijo adoptivo temporal) de vuelta a Portorosso por las vacaciones de navidad. Hacía tiempo que no pisaba el pueblo, y se alegraba de ver que no había cambiado nada.

Los 6 (Machiavelli iba en brazos de Massimo, con un gorrito de lana en la cabeza) salieron a la plaza principal de Portorosso, donde los niños se reunían jugando con la nieve. Nada más salir, Luca y Alberto vieron cómo, efectivamente, la nieve también hacía que se transformasen al tacto.

Fue esté ultimo quien le quitó a Machiavelli de los brazos a Massimo y se fue junto a sus dos amigos a jugar con los demás, dejando a los adultos a solas. Hubo un pequeño silencio incómodo hasta que Massimo intentó hablar.

- Esto... Martina...

-¡Martina! ¡Cuánto tiempo! ¡No sabía que vendrías de vuelta a Portorosso estas Navidades! - una mujer rubia se acercó a ellos sonriendo, con los brazos abiertos.

- ¡Adrienna! ¡Sí que ha pasado tiempo, aunque apenas has cambiado! - contestó ella, dándole el abrazo que buscaba- ¿Qué es de tu vida? ¿Sigues aquí en Portorosso?

- No, ¡para nada! ¡Una vez que te acostumbras a la gran ciudad, no hay nada que ver en un pueblo tan pequeño! - Adrienna juró ver como Massimo ponía una cara rara, así que por si acaso se apresuró a añadir - Excepto su excepcional gente y su belleza, por supuesto.

Hubo unas risas por parte de ambas, hasta que Adrienna sugirió ir a tomar algo juntas, para hablar de todo lo que llevaban atrasado.

- Ehh... ¡claro que sí! - contestó Martina mirando a Massimo - Nos... ¡nos vemos luego, Mass!

El padre de Giulia y Alberto no pudo decir nada más antes de ver cómo se alejaban juntas. No importa, ya habría otro momento para hablar.

A lo lejos, Giulia miraba a su padre, preocupada. De hecho, llevaba preocupada desde que su madre sugirió acompañarlos a ella y a Luca en su regreso por Navidad. Se dispuso a ir a hablar con su padre justo cuando una bola de nieve le golpeó en la nuca.

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⏰ Última actualización: Dec 06, 2022 ⏰

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