¡ O6 ⚝ sueños !

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Los latidos de su corazón hacían eco en las paredes de su cráneo, mareándolo. No confiaba en la fuerza de sus piernas, caería rendido en cualquier momento. Las ramas y las raíces se interponían en su camino, abriendo heridas en su piel. Sus pulmones ardían, y su agitada respiración sonaba estridente en la calmada noche.

Empezaba a pensar que no merecía la pena aquella fatiga, aquel ser le atraparía de manera inevitable, pero su cuerpo se negaba a detenerse. Jamás había corrido tan rápido. Podía notar el húmedo aliento del animal sobre su nuca, erizando cada vello de su espalda. Las afiladas garras abrían surcos en la tierra cada vez más cerca de sus propios pies. Jeongin lo sabía, aquel sería su final.

De repente, el plano cambió.

Su cuerpo se volvió ágil y robusto, sus pisadas firmes. Ahora era él el que abría surcos en la tierra con sus zarpas, el que respiraba pesadamente, el que perseguía a su presa. Su cuerpo animal se movía con facilidad entre los árboles, como si se tratara de terreno llano.

La noche era clara, la luna llena brillaba con intensidad, arrancando destellos entre los mechones plateados de su víctima. La carrera no suponía ningún esfuerzo para él, su nueva naturaleza podía soportar cualquier dificultad física. Aquello era liberador, el instinto de depredador latente en su organismo, las ansias de atrapar a su presa corriendo por sus venas, acelerándolo.

El bosque comenzó a despejarse, la flora se abrió dejando ver una carretera solitaria. El humano era rápido, pero no era rival para la entrenada constitución del animal. Dándose impulso, saltó sobre su presa atrapándola bajo el peso de su cuerpo.

Su presa giró el rostro, y Jeongin pudo contemplar las perfectas y tranquilas facciones de Hyunjin, mirándole desde abajo con sumisión e impasividad. Un irrefrenable impulso de hundir sus caninos en la pálida carne se apoderó de su nuevo cuerpo. La sangre manchó sus fauces cuando, finalmente, clavó los dientes en el cuello de Hyunjin.

La imagen cambió de nuevo.

Su cuerpo volvía a ser el de un joven humano, y el duro asfalto había sido sustituido por un cómodo colchón y un juego de sábanas de seda blanca. Seguía desnudo, como en su forma animal, pero ahora, era Hyunjin el que se cernía sobre él, el que mordía con fuerza el hueco entre su hombro y su cuello.

Sus respiraciones eran agitadas y desacompasadas, sus pulsos acelerados. La piel de Hyunjin era caliente y suave, y sus fuertes brazos lo envolvían como si nunca quisiera soltarlo. Estaba en un éxtasis, el fuerte dolor de la mordedura comenzaba a ser sustituido por un placer inimaginable. Sus uñas romas se hundían en la piel de la blanquecina espalda de Hyunjin, como garras en la tierra. El chico apretó el abrazo alrededor de su sobreestimulado y gimió gravemente aún con su carne entre los dientes.

Entonces se despertó.

Cuando abrió los ojos, volvía a estar en su desordenada habitación y, por un momento, no estuvo seguro de si aquel sería el último escenario. Su ruidosa respiración y la agitación de su pecho eran demasiado reales aquella vez como para ser un sueño.

¿Qué se suponía que fue aquello? ¿Alguna especie de pesadilla infantil? Aunque las últimas escenas hacían inviable la teoría del mal sueño.

El cuerpo de Jeongin aún se encontraba caliente, y podía jurar que sus mejillas estaban encendidas. Quizá los absurdos cuentos infantiles que le contaba su abuela cuando era pequeño hicieron mella en algún punto de su subconsciente que había decidido salir a la luz doce años después. Ya era un poco mayor como para ponerse a soñar con lobos gigantes, aunque esa no era la parte del sueño que más le inquietaba.

Hyunjin, había soñado con Hyunjin.

Era cierto que el chico era indudablemente atractivo, con su mirada profunda y su piel perfecta, pero de ahí a soñar con que le hacía un chupetón en el cuello, iban un par de escalones en la escala de las fantasías sexuales. Aunque, a decir verdad, aquello no se sintió como un chupetón. Era algo más profundo, algo más íntimo, algo único.

Jeongin suspiró, y apartó las hebras de ébano de su frente. Aquello no había sido más que un sueño, una hora de su subconsciente que sólo quería alterarlo. Se rió de sí mismo, ¿por qué debería de darle importancia? Pero aún así, su mano se deslizó hasta su cuello, al lugar en el que Hyunjin había hundido sus dientes en el sueño. La zona estaba caliente, y unos extraños surcos trabajan un arco en su piel. Jeongin se levantó alarmado de la cama, ¿aún estaba sumergido en sus fantasías nocturnas?

Asustado, corrió hacia el pasillo y entró en el baño. La blanca luz le cegó por un momento, pero aún así se abalanzó sobre el espejo y observó con los ojos muy abiertos como una marca roja decoraba el lugar entre su hombro y su cuello. Estuvo a punto de gritar, aquello no podía ser real.

Mientras, unos kilómetros al sur, adentrándose en el bosque, en una de las cabañas de madera de una pequeña población de licántropos; el quinto alfa de la familia Hwang miraba el techo de su habitación sonriente. Aquella noche había soñado con su mayor anhelo, marcar al joven Yang Jeongin de por vida.

── alpha's owner !Donde viven las historias. Descúbrelo ahora