── alpha's owner !

¡ 32 ⚝ epílogo !

— ¡Sunghoon, Jungwon! ¡Por el amor de Dios, bajen de ese árbol ahora mismo! —los dos mellizos rieron alegremente y saltaron desde la rama en la que colgaban hasta el suelo. Jisung ahogó un grito— ¡Pequeños demonios! ¡¿Es que acaso quieren matar a su tío de un infarto?!

— No seas cascarrabias, lo hemos hecho millones de veces y nunca nos ha pasado nada —dijo Sunghoon.

— ¡Es verdad! ¡Tú antes eras divertido, ahora no haces más que reñirnos!

Los dos niños asintieron y se cruzaron de brazos al mismo tiempo, reafirmando su sentencia.

— Seguiría siendo divertido si a alguien no se le hubiera ocurrido escalar la roca del claro y romperse un brazo mientras yo los cuidaba. Se acabó el Jisung divertido, ahora sólo queda el Jisung que le tiene mucho miedo a su padre.

Jungwon sonrió sin sentirse para nada culpable por el terror del mayor.

Los mellizos eran bastante traviesos, aunque era comprensible tratándose de dos pequeños de ocho años que se habían criado en el bosque. Cualquiera diría que eran gemelos, de no ser porque Sunghoon era ligeramente más alto que su hermano, y que la cara de Jungwon era algo más redonda. Ambos habían heredado el cabello negro como la noche de Jeongin, a juego con unos ojos oscuros cortesía de Hyunjin. Eran el tesoro de la pareja.

— ¡Chicos, la comida está lista!

Jisung sonrió, su omega se veía tan dulce con ese delantal azul celeste y esa cariñosa sonrisa que se dibujaba en su rostro cada vez que veía a los revoltosos niños. No podía esperar a tener un montón de cachorros con Felix.

Como una exhalación, Jungwon y Sunghoon corrieron hacia la cabaña, dejando a un embobado Jisung detrás. Suspiró, no tenían remedio. Caminó hacia su pareja, que le esperaba apoyado en el quicio de la puerta de la cabaña.

— ¿Te han dado mucha guerra?

— Son como un huracán desquiciado —se quejó. Felix sonrió—. Ven aquí y dame un beso, aguantar a esos enanos agota mis fuerzas.

El omega rió suavemente y se acercó con mirada seductora al beta, rodeó su cuello con los brazos y acercó lentamente sus labios. Jisung estaba desesperado por sentir la boca de su compañero contra la suya, así que tomó posesivamente sus caderas y lo estrelló contra su cuerpo, sintiendo la calidez invadirle cuando por fin se unieron en un apasionado beso.

Labios moviéndose con avidez y lenguas explorando curiosas, como si no se conocieran ya de memoria todos y cada uno de los recovecos de la boca del contrario. Cuando se separaron, ambos estaban jadeando, embriagados por las sensaciones. Sus lobos jodidamente felices.

— Será mejor que entremos, Jeongin necesitará ayuda para poner la mesa y conseguir que los chicos se laven las manos —habló Felix con la respiración agitada.

Jisung asintió y tomó la mano de su compañero para adentrarse en la cabaña.

— ¡Jungwon, deja de lanzarle espuma a tu hermano! ¡Lávense de una vez!

Felix y Jisung sonrieron, admirando la escena. Cada vez que Jeongin intentaba ponerse firme con los cachorros, una sonrisa cariñosa amenazaba con echar abajo su fachada autoritaria. No pegaba con él eso de ser firme, no cuando sus mejillas estaban sonrojadas y en su nariz había un rastro de esponjosa espuma.

A pesar de todo, los chicos siempre intentaban comportarse con su padre, haciéndolo enfadar lo mínimo posible. Eran buenos niños que se preocupaban por él y que sabían que, con su avanzado embarazo, no era bueno que se alterase.

— ¡Listo! —hablaron los dos a la vez, mostrándole a Jeongin sus impolutas manos.

El omega sonrió dulcemente y acarició las cabezas de sus hijos.— Muy bien, ahora a la mesa. Papá estará a punto de llegar —los niños corrieron a sentarse, moviendo las sillas ruidosamente—. Ustedes también, vengan.

Felix y Jisung obedecieron, a veces se sentían como un par de niños más delante del dulce omega.

— ¿Han molestado mucho al tío Sunggie?

— ¡No! —respondieron a la vez, con sus mejores sonrisas angelicales.

Jisung abrió los ojos en desmesura, ofendido.— ¡Pero si me han lanzado al barro!

— Eso ha sido un accidente —dijo Sunghoon.

— Eres torpe y te has caído —siguió Jungwon.

Felix rió.

— Pequeñas sabandijas mentirosas —dijo Jisung, fingiendo estar enfadado.

Los niños rieron divertidos mientras el mayor intentaba pellizcarles y hacerles cosquillas desde su sitio. Las risas cesaron cuando alguien más entró a la cabaña.

— ¡Papá!

Los pequeños corrieron hacia la puerta y se tiraron sobre el alfa de cabello plateado, que consiguió cogerlos a cada uno con un brazo.

— Hola, cachorros. ¿Se lo han pasado bien hoy?

— ¡Mucho, papá! —respondió Sunghoon— ¡Hemos tirado a tío Sunggie en el barro!

— Así me gusta —dijo Hyunjin riendo.

Los dos omegas sonrieron y Jisung suspiró frustrado.

— Deberían pagarme por aguantar a los dos monstruitos que tienen por hijos.

Hyunjin dejó a los niños en el suelo, y corrieron de nuevo hacia sus sitios, no sin antes sacarle la lengua a Jisung. Se acercó a Jeongin y besó su mejilla, acariciando con amor su abultado vientre.

— ¿Cómo está hoy nuestra pequeño cachorrito Niki? —susurró con amor en el oído del omega, deleitándose con su olor.

— Algo revoltoso, no ha dejado de darme patadas —se quejó Jeongin, apoyándose en el cuerpo de Hyunjin, sintiendo como su cuerpo se relajaba al instante.

— Eso es que ya está deseando salir.

El omega sonrió, Hyunjin era tan dulce con él que se sentía embriagado. Apenas faltaban unos meses para que naciera su tercer hijo, y todos estaban muy emocionados.

Hyunjin finalmente tomó asiento junto a Jeongin y todos empezaron a comer.

— Esto... chicos... —la tímida voz de Felix interrumpió el ataque a los filetes empanados cortesía de la parte cien por cien humana de Jeongin— Tengo que decirles algo —el omega parecía nervioso, mirando a su compañero y a las manos que mantenía en el regazo.

— ¿Va todo bien, cariño? —habló Jisung preocupado.

— Bueno, se lo quería decir a todos a la vez, porque no me veo con fuerza de levantar a un Jisung desmayado —rió nerviosamente.

— Fefi, me estás asustando —dijo Jisung.

Felix tomó una respiración antes de dejar caer la bomba.— Estoy embarazado.

Se escuchó el impacto de un tenedor contra el plato, y luego el sonido del pesado cuerpo de Jisung golpeando el suelo.

Ahora sí, todo era perfecto.