PRÓLOGO

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Prólogo

Me presento, mi nombre es Sara Suelta, ya sé que tengo un apellido peculiar, pero es eso, tan solo un apellido, ya somos mayorcitos todos como para andar haciendo chistes fáciles. Sí, reconozco que en el colegio era Sara la suelta, lo admito, pero se acabó. Y bien, a lo que voy.
Hoy es domingo y mañana empieza mi nueva vida, estamos en septiembre y la vuelta al colegio arranca en esta ocasión con mi nuevo trabajo. La prueba de mi vida. Tendré que ocuparme yo absolutamente de todo, gracias a mis adorables progenitores, luego lo entenderéis. Madrugar para hacer la colada, despertar a los niños, preparar los desayunos, llevarlos al colegio, ir a hacer la compra antes de entrar al trabajo para que cuando regrese a casa pueda meterme algo decente a la boca, también los niños claro está. Tender la lavadora y recoger a mis pequeños demonios de la escuela. Sí, ya sé que eso es lo normal, que es lo que todo el mundo hace en su día a día, pero es que yo no soy normal.
Voy a empezar a contarte que mi familia es lo menos parecido a lo que se conoce como convencional. Tengo treinta y cinco años, me he casado y divorciado dos veces, lo sé, he corrido mucho en mi juventud. Deja el tema del apellido, ¿vale? Mis dos hijos son de mi primer marido, eso es de lo único de lo que no me arrepiento, se llevan entre ellos cinco años. No, no tuve familia con el segundo. Me alegro de eso, porque no funcionó casi desde el principio, que ¿por qué? pues por mi culpa. Lo engañé con el que era mi exmarido. Una mala decisión. Lo sé. Y es que Oliver iba a casarse con la mujer de su vida, o eso fue lo que me dijo justo después de acostarse conmigo. Soy muy estúpida, es cierto.  Me dio una patada en el culo y de nuevo sola. ¿Qué me lo gané?, pues sí, pero es que él siempre tuvo ese poder sobre mí, te explico; ¿has sentido alguna vez una atracción tan fuerte por un hombre que cuando chasquea sus dedos, corres a sus pies sin pensarlo? Pues yo no corrí, yo me subí a un avión, soporté un vuelo de diez horas y después cogí un taxi, me presenté en su casa y nada más verlo, las bragas se me escurrieron entre las piernas. Literal. Como te cuento. Qué bonito habría sido si lo nuestro hubiese funcionado. Lejos de hacerlo, acabamos como perro y gato. En estos momentos no nos hablamos, no quiere saber nada de mí y tampoco de mis hijos. Sí, míos, porque él nunca los quiso y dudo mucho que algún día los llegue a querer. Fin de esta historia. De mi segundo matrimonio, pues solo puedo decir, que los hombres buenos te hacen feliz un rato, después aburren, y eso fue lo que me pasó a mí con Óscar, que era tan bueno como aburrido. No es que no quiera hablar de él porque me remueva algún sentimiento por dentro. No. Para que lo entendáis, el día que le dije que me marchaba de México a España porque Oliver me necesitaba, él mismo me ayudó a hacer la maleta, extraño ¿verdad? Pues así era él. Un sin sangre.
Y ¿qué pasa ahora conmigo?, pues que voy loca. Tengo que cuadrar horarios para lograr sacar a mis hijos adelante, trabajar, ser ama de casa y lo más importante, seguir viva. Que nadie me vaya a mal interpretar, los niños son lo que más quiero en esta vida, pero como he dicho antes, tengo treinta y cinco años y el cuerpo me pide marcha. ¿Te cuento más? Pues toma asiento, coge algo de beber y unas palomitas que comienza, Mi historia.

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