Cuentos de Brujas

Silke

Una vez al año se realizaba el baile de máscaras en la residencia de los Alsleben, muchas personas deseaban asistir a esa mascarada, pero ya no le interesaba saber quienes eran los invitados, solamente aguardaba a una dama que le causaba especial interés porque solo podía verla durante esa noche, a Silke. Ella le decía que estaba de paso y era con ella con quien Hagen Alsleben quería pasar el resto de su vida y esta noche se lo pediría, estaba decidido a que Silke aceptara ser suya.

Por supuesto que eso no les hacía ni un poco de gracia a sus padres, ellos querían que eligiera a una de las jóvenes solteras invitadas para que sea su esposa, pero ninguna de ellas le cautivaba de la manera en la que Silke lo hacía. Ninguna tenía la dulzura y delicadeza de la muchacha, Hagen estaba embelesado por ella.

Se habían conocido hace cuatro años atrás, era habitual que su familia diera esa fiesta y esa noche, ella había aparecido en la residencia, tan radiante, que Hagen nunca había visto una chica como ella en su vida. Silke tenía el cabello negro azabache, largo y ondulado cayendo por su espalda como si de una sirena se tratara, era alta y su piel tenía un aspecto blancuzco, casi como si estuviese al borde de la muerte. El vestido que ella había usado en esa ocasión era de un rojo sangre, recordaba lo escandaloso que había resultado para los invitados, era un vestido que dejaba descubierto su pecho, las mangas eran solo accesorios pero que le daban un aire sensual y serio.

Desde ese momento en que la vio, Silke lo había cautivado, quería conocerla y hasta el canto del gallo que indicó el final de la velada, él no le había quitado los ojos de encima. Pero Silke no le había dado ningún dato de su paradero por lo que esa noche había quedado como un bello recuerdo, hasta que en la mascarada siguiente había vuelto a aparecer.

—Siempre volveré a ti—le dijo aquella vez y esa promesa hecha en un vals, la guardó para sí y que mantenía esperanzado que algún día pudieran estar realmente juntos.

Hagen estaba de pie, acomodándose el traje. A un costado se encontraba la máscara que usaría, estaba ansioso por ver a Silke y aunque se necesitaba una invitación para ingresar a la fiesta, ella podía sin la necesidad de una porque él enseguida corría a su lado si lo necesitaba. Había comprado los anillos en secreto, no iba a permitir que nadie interfiriera con sus planes, esta vez Silke no escaparía de él.

Al ingresar al salón principal, la fiesta ya había empezado y el ambiente era bastante animado, oía risas y murmullos de los invitados, la música sonaba alegre. Sus padres se habían acercado a él, pero no estaban solos, una jovencita los acompañaba, Daina era su nombre.

A Hagen le costaba admitir que Daina era atractiva y mientras aguardaba la llegada de Silke, mantuvo una breve charla con la muchacha, pero no era lo mismo, encontraba a Daina superficial y que no podía discutir con ellas sobre las recientes obras de la literatura, no es que la joven no leyera, el problema era que no le dedicaba la suficiente atención y prefería atenderse a sí misma y su apariencia antes que entablar un buen debate.

Tampoco podía dejar de mirar la puerta de entrada del salón, esperando a que su ángel cruzara por esa puerta, sin embargo las horas pasaban y Silke no aparecía, empezaba a impacientarse

¿Por qué Silke no aparecía?

Tras una larga espera, Hagen ya estaba dispuesto a retirarse a su habitación, se sentía furioso y decepcionado. Estaba subiendo las escaleras cuando escuchó el ruido de las puertas al abrirse, se giró y esperó con el corazón a punto de explotar en su pecho, debía asegurarse de quién se trataba la persona que acababa de ingresar. Los invitados se quedaron inmediatamente en silencio, la música también había enmudecido y una joven mujer avanzó hacia el centro de la pista.

Su belleza fantasmagórica era indiscutible, su vestido de un color azul con líneas negras que recordaba a una mariposa, su cabello negro estaba recogido en un elegante rodete y tenía un bello adorno a un costado de su cabeza.