¿Es su vida o la mía?

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Narra María
Era una mañana fría, yo caminaba cuando todo estaba en silencio y me dirigía hacia el hotel donde Emma trabajaba.
Me venían a mi cuerpo escalofríos con solo pensar en lo que le podía pasar a mi hija... Sabía que no iba a ser fácil encontrarla pero sabia que la iba a encontrar, estando viva o, me costaba pronunciar esa palabra, muerta. No podía pensar en mi hijita muerta, comienzo a llorar y uso la técnica que me enseño el psicólogo. Exhalo, inhalo.
Me siento en un banco que hay en la vereda y comienzo a pensar en como estará ella ahora.
Había alguien en la calle, una niña, caminando a estas horas de la mañana sin nada abrigado, con este frío, no sé que tipo de padre le puede dejar no ponerse algo abrigado y dejar que vaya sola a algún lugar...
Y de pronto una camioneta negra para enfrente de ella y grita
-¡Chica!
Entonces empecé a correr, reconocí esa camioneta, era la que usaron para secuestrar a mi hija. Corrí hacia la camioneta gritándole a la niña que tuviera cuidado, es cuando alguien me agarra de atrás, comencé a patalear y a gritar ayuda y me tapan la boca, le muerdo la mano y el la quita para golpearme.
Me desperté alterada, me habían secuestrado junto con la niña. La niña empezó a llorar y yo la abracé, consolándola, aunque ninguna de mis palabras eran verdad. No sabia si todo iba a estar bien, no podía no preocuparme. Lo único que me consolaba es que iba a ver a mi hija. Ya pasaron 6 meses desde que no la veo y enserio la extraño. Me daba mucho miedo que al verla estuviera muerta...
Reaccioné y llamé a la policía y les dije el lugar del secuestro, le conté sobre la niña y le di todos los datos que pude.
Unas horas más tarde llegamos a un lugar, me vendaron los ojos y me llevaron como si estuviera muerta.
Cuando finalmente pude ver, noté que estábamos en una casa pero sin ventanas. Corriendo fui a una habitación donde se escuchaban sollozos. Me pregunté ¿Será mi hija? Ya me había olvidado de su voz, solo recordaba que era hermosa.
Cuando entré vi a mi hija en posición fetal llorando, mirando hacia la pared. En ese momento no me importó el contexto, la situación en la que estábamos. Ella estaba ahí.
-¿Emma?
Emma se da vuelta, me mira, se frota los ojos y muestra una de esas sonrisas de alivio. Voy a abrazarla tan fuerte y ella comenzó a llorar, pero no de tristeza ni de alegría, de las dos.
Ella se dio cuenta de que a mí me secuestraron, pero se alivió de verme. Le di muchísimos besos y comencé a llorar, pero de alegría. Porque sabía, al verla sabía, que íbamos a salir de allí.

EmiliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora