⠀⠀⠀07. THE SOULMATE AND THE LOVER

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EL ENOJO NI SIQUIERA ERA CAPAZ DE DESCRIBIR LO QUE AEMOND TARGARYEN SENTÍA ARDIENDO EN SUS VENAS, EL FUEGO CRECIA Y CRECIA CADA VEZ QUE SUS pasos se acercaban a la alcoba de la Rhaelle Velaryon, rodeado de caballeros estáticos apoyados en las paredes para proteger a la chica —o creía que aquello era al revés, nadie conocía la fuerza de Rhaelle, ni siquiera Aemond, quien había paso la mayor parte de su niñez con ella mientras molestaban a las Septas al huir de sus clases.

Y cuando escuchó que su prometida estaba encerrada en su alcoba al intentar huir por antiguos pasadizos —que ya habían sido descubiertos por su abuelo años atrás y que decidió llenarlos de guardias antes de la llegada de Rhaenyra y su familia, pensó en lo mucho que había tardado en hacer una estupidez de aquel tamaño.

Aemond apresuró su paso a través del extenso pasillo, ignorando las miradas curiosas que los hombres cuidando del lugar le daban al verlo en aquel sitio. El castillo entero sabía de la rivalidad que ardía en la casa Targaryen y como la canción de los dragones se escucharía desde los cielos en cualquier momento, viendo a una reina traicionada por su propia sangre, y aunque varios habían sido arrastrados por las amenazas a quedarse en el bando de los verdes, la guerra solo veía sacos de bolsas a los que quemar.

—Abran las puertas —anunció el chico cuando llegó a los cuatro guardias custodiando.

Entre estos compartieron miradas nerviosas al ver la seriedad del hombre y cómo sus ojos ardían en ira.

—Lo lamento, mi príncipe, pero su abuelo dejó claras instrucciones de no dejar pasar a...

—Le abrirán al prometido de la chica que está allí adentro —murmuró con veneno al cansarse de aquella situación—. Les ordena su maldito príncipe.

Uno de ellos, aquel con aspecto mayor en comparación a los demás, asintió para abrirle la puerta al hombre del que tanto habían escuchado hablar de su destreza con la espada y los combates. Aemond solo miró con desprecio a los otros tres, decidido a no olvidar sus rostros en un futuro, les demostraría que su palabra era de oro.

Lo primero que encontró fue como la luz entraba al cuarto, haciendo que los libros tirados y el desastre que la chica había hecho cobrasen vida. Entró en silencio, cuidando sus pasos del dragón dormido en las suaves telas rojizas que una vez pidió a su familia que nadie tocase, aún no sabía si la chica estaba despierta pero se negaba a importunar su sueño. La ira en su interior comenzó a pelear en contra de la paz encontró un pequeño hueco en su interior al recordar su pasado y como los problemas solían desaparecer cada vez que pasaba sus días en compañía de sus viejos amigos a los que una vez eligió por sobre sus hermanos.

Admiró a la otra mitad de su alma desde lejos, temiendo interrumpir la tranquilidad que la chica le daba.

Esperó a que los guardias cerrasen la puerta a sus espaldas para comenzar a caminar, con cuidado de no pisar nada que la chica había tirado en algún ataque en donde sus emociones se acumulaban en su interior para hacerla explotar. Una vez le tocó ser testigo de aquello cuando un grupo de niños de otras grandes casas de Westeros comenzaron a burlarse de su cabello, comparándolo con el de sus padres y el resto de su familia. La encontró llorando en una habitación rodeada de libros con viejas historias de la dinastía del dragón —donde las mujeres eran descritas con cabello más blanco que la luna en una noche de plena oscuridad. Su alma se partió cuando vio sus rojizos ojos repletos de lágrimas y hebras castañas envolviendo sus dedos.

Y desde aquel momento se juró a sí mismo siempre estar a su lado cuando algún insolente dijese algo como aquello. Quién hubiese podido pensar que al final él daría el golpe final a la sinfín cadena de tragedias que comenzaron a desatarse desde que su orgullo nubló su juicio, se volvió aquella persona que una vez juró castigar y desde entonces, su vida comenzó a tornarse oscura.

EPIPHANY. . . house of the dragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora