⠀⠀⠀06. VALAR MORGHULIS

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LA AVARICIA DE LOS HOMBRES POR EL PODER NO ERA NADA COMPARADO CON UNA MUJER ENFURECIDA, Y ESO RHAELLE LO SABÍA.

Sabía que era cuestión de tiempo el ver a decena de dragones surcando los cielos de la Fortaleza Roja, pintando de rojo y negro los cielos con llamas impetuosas que ni siqueira los dioses serían capaz de apagar. Pero el tiempo era un villano silencioso en la mente de la chica, susurrando en su nuca palabras que hacían que su corazón latiera cada vez más rápido. Había sangre seca alrededor de sus dedos, manchando la piel con ansiedad.

Habían pasado un par de horas desde la última vez que vio al chico Stark escabullirse por uno de los pasadizos secretos de su cuarto —cuando la oscuridad trago por completo su cuerpo para dejarlo navegando en el camino de la incertidumbre donde la vida de ambos pendía de un hilo de que solo seguían a salvo por su sangre, y el nudo en su estómago nunca dejó de crecer, manteniendola alerta de cada paso que se escuchaba del otro lado de la puerta.

El sonido de las espadas chocando con la armadura de hierro y la sombra de las pisadas de los guardias en contra de la luz del pasillo eran campanadas en su mente, una más fuerte que la otra anunciando la irremediable tragedia que estaba a punto de ocurrir en nombre de un rey muerto. Eran las primeras melodías de una imparable canción de guerra a la que solo se vería su fin con la muerte de un heredero, y Rhaelle lucharía si aquello significaba la supervivencia de su madre.

Afilaría sus espadas y cuchillos, lista para atacar a quien se cruzase en su camino, aun cuando aquellas personas también tenían la sangre del dragón en sus venas pero siempre vio una diferencia, sus tíos —y prometido, favorecian a la casa Hightower, danzaban en campos verdes rezandole a dioses falsos, la casa del dragón los podría en un trono con coronas bañadas en falso oro y sangre.

Pero fue allí —cuando comenzó a ver por la ventana de su cómoda prisión a cientos de mujeres y niños siendo llevados por guardias a un destino incierto, que alguien entró por las puertas selladas del cuarto. El vestido verdoso fue lo primero que noto cuando pequeños rayos de luz golpearon la tela, haciendo que brillara aún más de lo que lo hacía con las piedras incrustadas en él.

Alicent Hightower estaba frente a ella, con un inmenso dolor en sus ojos que intentaba ocultar de la hija de la que una vez fue su amiga más cercana, con rubíes que brillaban bajo la luz del sol de la mañana. Se escribirian canciones sobre la belleza indomable de la chica, sonatas que lograrian enamorar a los hombres por eternidades que nadie en los siete reinos se atrevería a decir que era una bastarda. Usarian su nombre cuando coronasen a la más bella del reino y darían rosas tan rojas como la sangre en su honor.

—Mi reina —mustio ocultando el veneno en su voz y, lanzándole una maldición a los dioses, se inclinó como siempre debía de hacer—. Espero que esto signifique una explicación a porque me encerraron en mi propio hogar, si eso no le molesta, claro.

—No hay necesidad de formalidades, Rhaelle, somos familia —mencionó acercándose a la chica que aun continuaba cerca de la ventana pero se detuvo en seco cuando notó como retrocedió solo un poco que a los ojos de otros hubiese pasado desapercibido—. Lamento que te hayan hecho esto pero debes entender que no fue algo que yo decidi hacer...

—¿Debemos culpar a los hombres a los que sirves, entonces? Me encerraron aquí sin explicación. Hace horas espero que al menos tengan algo de benevolencia y traigan una copa de agua.

—Entiendo tu enojo y no te culpo por ello, pero debo decirte algo...

—Sé lo que está ocurriendo —le interrumpió el vacío monólogo—. Mi abuelo murió, lo se, solo un tonto no veria lo que esta ocurriendo. Pero lo que no entiendo es porque encierran a su nieta en su alcoba por horas si nada indebido está ocurriendo, y supongo que ya enviaron este mensaje a mi madre como heredera al trono...

EPIPHANY. . . house of the dragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora