Hogwarts ahí te voy

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No puedo con la emoción que siento, en unos días asistiré a Hogwarts y no podía estar mas eufórica por eso, nunca pensé que esto podría pasar, pero esta pasando y el sentimiento es hermoso. Finalmente iré a casa.

Me encontraba muy nerviosa, no por el tema de las casas, sino porque veré a los demás, a Harry, a Hermione, a Neville, a Minnie, a Cedric, y finalmente, a Draco, me daba miedo que no les cayera bien, pero tengo plena confianza en mis encantos.

Ron y yo estábamos en mi habitación hablando de cuán emocionados nos encontrabamos mientras él acariciaba a su lechuza, así es, tiene una lechuza, de hecho todos los Weasley's tenemos una mascota, la mía era una lechuza oscura como la noche y cargaba unos hermosos ojos azules, tenia manchas blancas y en mi opinión, era bellísima, y como me recordó tanto a Shadowhunters decidí ponerle Alec, por cierto, Alec te amo.

La de Ron se llamaba Cassie y eran hermanos. Que coincidencia, no?

Probablemente se lo preguntarán, ¿Que pasó con Scabbers? Simple, cuándo mis padres le iban a dar a Ron esa asquerosa rata, me ofrecí yo para cuidarla, y ellos no se negaron, y mucho menos Ron se enfadó, ya que era y es muy fea.

La única razón por la que sigue vivo es porque lo necesito para liberar a Sirius, si no fuera así, no me importaría ensuciarme las manos con un poco de sangre.

(...)

Me dirigía hacía la casa del señor Maxwell, como bien se sabe, me iría por un año y no lo vería por mucho tiempo, así que lo quería verlo una última vez antes de irme.

Toqué la puerta dando dos golpes y segundos después fue abierta por Christina, la mucama del señor Maxwell a la cuál yo le tenía mucho aprecio.

Ella inmediatamente me sonrió maternalmente y me invitó a pasar.

—¿Como has estado, mi niña? —me preguntó mientras me ofrecía té, a lo que asentí, amaba el té que ella hacía, era dulce pero no tanto y tenia un sabor riquísimo. Christina era una squib y trabajaba para el señor Maxwell desde hace 30 años.

—Muy bien Christina, muchas gracias—le agradecí cuando me echó té en mi taza con una sonrisa feliz.

Le pregunté como seguía su hija, puesto que está embarazada.

—Oh! Muy bien, como es usual, tiene muchos antojos y cambios de humor, debo decir que se pone muy caprichosa —rió con gracia y yo sonreí— pero en lo que cabe, esta bien, gracias por preguntar querida.

Le sonreí y cuando iba a responder escuché pasos acercándose a la sala y entonces cuándo llegó, abrió los brazos sonriendo y yo, reí mientras corría a él para después envolverme en un cálido abrazo.

—¿Que tal estás, pequeña? —me revolvió el cabello haciendo que me cruzara de brazo puesto que había tardado en arreglármelo. Sabía que lo hacía para molestarme ya que era notorio lo diva que era con mi cabello.

—No tan bien ahora —bufé mientras fruncía el ceño y él reía con diversión.

El resto del día me lo pasé con el señor Maxwell y Christina, fuimos al jardín e hicimos figuras en las plantas, yo hice un corazón y debo decir que si bien me tomo mucho tiempo, no me quedó tan mal.

Luego fuimos a tomar un helado, yo elegí uno doble de chocolate y vainilla, lastimosamente, un perro negro me lo botó para después comérselo, el perro se me quedó viendo mientras movía su cola y saltaba.

—Deja de burlarte de mí —rodé los ojos arreglándome el cabello. El perro hizo algo parecido a una risa —Ahora me debes un helado eh, y doble.

Que barbaridad con este tipo de animales, digo, los helados están caros hoy en día, además yo estaba muy a gusto con el mío, bajé la mirada cruzándome de brazos haciendo un mohín.

¿¡Soy Ginny Weasley!?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora