♡9♡ La única

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Unos días más tarde me encuentro de nuevo en el sementerio frente a la tumba de Jennie, ansioso por estar a su lado. No al modo de las visiones escalofriante, si no al modo de
no-sé-que-otra-cosa-puedo-hacer.

Deposito un ramo de tulipanes frescos al lado de mis lirios marchitos, y veo que hay un ramo todavía más grande que descansa ya sobre la lápida. Me pregunto cuántos ramos debieron de dejar los padres de Jennie antes de que yo viniera por primera vez.

Por lo menos, esta vez he traído las flores adecuadas.
Saco la bufanda sedosa del bolsillo y envuelvo con ella el sepulcro, devolviéndosela a su propietaria.

-Bueno Jen- digo al retirarme-. Como de costumbre, me cuesta adivinar qué es lo que quieres exactamente. Siempre pienso que lo sé, pero...-Hago una pausa,
casi esperando que me responda, pero apenas se oye el sonido del viento entre los árboles.

Me siento y me recuesto contra la lápida, esperando en silencio un momento de claridad. Pasan cinco minutos. Luego quince. Pero no ocurre nada. Las mismas preguntas se despliegan dentro de mi cabeza como un teletipo que no se puede desenredar.

Miro a mi alrededor y espío el mar de flores rosas, dos parcelas más allá. Vencido por la curiosidad, me doy impulso para levantarme.

-Azucenas- dice una voz detrás de mí.

Por dios. Pego un respingo, y casi me da un ataque al corazón al ver a Lisa plantada junto a mí, con el pelo largo recogido con una cinta amarilla. Arranca la Azucena que yo estaba tocando y la estudia con sus ojos castaños.

Mis ojos observan la lápida media oculta por las flores rosas.

-Mi hermana Minnie- dice lisa en voz baja, antes que yo pueda preguntar nada-. Era mi ídolo. Me quería tal como soy- continúa, como si estuviéramos retomando una conversación que hubiéramos dejado a la mitad. Coloca la flor en la parte superior de la lápida-. No le importaba que fuera diferente. Ni sensible. Ni callada.

Me mira, y por fin comprendo de dónde viene esa intensidad que transmiten sus ojos. Es la pérdida, enterrada en el color castaño, un dolor familiar alrededor del iris de los ojos.
Conozco ese dolor. Es como mirarme en el espejo.

-Yo quería ser igual a ella- añade, volviendo la vista hacia las flores

- Cuántos años tenías cuando...?

- Acabábamos de cumplir catorce.

¿Acabábamos? Pero sin darme tiempo a preguntar en voz alta, ella me responde.

-Eramos gemelas- dice.

Mierda.

-¿Qué pasó?

-Bueno, no me gusta explicar historias tristes- dice. Luego sonríe con pena, y es como si un telón se hubiera cerrado tras sus ojos.

Muy bien. Está claro que es un tema delicado. Permanecemos un buen rato en silencio

-¡Ah!

Se quita del hombro la mochila amarilla que lleva y me sorprende sacando una flor solitaria de un bolsillo lateral. Se le aclaran los ojos y me la ofrece como si yo le hubiera pedido que la trajera.

Con cuidado alargo la mano para aceptarla e inspecciono el círculo amarillo del centro y los pétalos que lo rodean, perfectamente uniforme y blancos. Esta si que la conozco.

-¿Una margarita?.

-Las flores tienen distintos significados- dice, consciente de mi confusión. Hace un gesto hacia la margarita que sostengo en la mano- Esta me ha hecho pensar en ti.

Todo este tiempo (adaptada- Liskook) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora