Odio

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ARIA 

Lo que me faltaba, que este estúpido con cara de mico saliera con un comentario tan desvergonzado como ese acto tan pervertido que mostró en la piscina. ¿Qué diablos tiene en la cabeza para hablarme de esa manera tan grosera? Creo que está olvidando cuál es su lugar en esta casa. 

Ignoro su pregunta y esa sonrisa que baila en sus labios y me acerco a mi armario a empacar las cosas que llevaré a Denver. Nunca había ido a esa ciudad, por lo que no comprendo por qué mi padre quiere llevarme allí. ¿Planea alejarme de todo? ¿Y mamá dónde demonios está? ¿Estará enterada de todo lo que mi padre planea o no? ¿O acaso ahora vive en ese lugar? Tengo la cabeza hecha un desastre, con cientos de preguntas que me atacan sin compasión. 

Busco mi teléfono y llamo a mi padre, el único que puede aclarar todas esas dudas que me azotan la mente, pero como era de esperarse, no responde a ninguna de mis llamadas.

—¡Siempre es más importante el puto trabajo que tu hija! — grito, lanzando el teléfono sobre la cama—. ¿No puedes darte cuenta de que estoy cansada de toda esta mierda? 

La misma rabia que siento por dentro me hace derramar varias lágrimas, pero las limpio de mi rostro tan pronto recuerdo que no estoy sola en la habitación. Es tan frustrante tener que contenerme y no poder sacar todo esto que me quema por dentro. 

—¿Podrías dejarme sola? — el mismo nudo que se implanta en mi garganta hace que no pueda hablar con firmeza—. Necesito privacidad por un momento. No voy a saltar por la ventana sin que uno de esos guardaespaldas me atrape en sus brazos. Si es lo que tanto crees que voy a hacer, puedes estar tranquilo. 

—Estaré en el balcón, ¿de acuerdo? 

—Bien — rechino los dientes y lo escucho abrir la puerta del balcón—. Que desgracia es mi vida. 

Tan pronto quedo sola en la habitación, corro a cerrar las cortinas del balcón. Recuesto la espalda en  las ventanas y suelto todo eso que me estaba envenenando y no salía por la intromisión de ese sujeto. Estoy harta de este encierro, de tener a un desconocido todo el tiempo encima mío. Parezco más la prisionera del Sr. Preston que su hija. 

Intento comunicarme con mi padre una vez más, pero sigue sin responderme. Llamo a Adam y me manda directo al buzón de mensajes. Me siento sola cada día en esta casa, enloqueciendo con el encierro. Mi única compañía es un desconocido que está arruinando mi vida y que no me deja respirar ni un poco.

Me atrevo a llamar a mi mamá y, al tercer intento, me responde muy tranquila: 

—¿Cómo estás, mi amor? 

¿En serio eso es lo único que me va a preguntar?

—¿Sabes? La he pasado de maravilla con el pulgoso que me pusieron día y noche — ironizo, conteniendo las lágrimas—. ¿Cómo es que permiten que un hombre esté q solas con su hija? ¿Acaso no miden los peligros?

—No debe ser fácil para ti, mi amor, pero te puedo asegurar que Dylan es un hombre de fiar.

—Ah, ¿lo sabías?

—Aunque nos hayamos divorciado, tu padre me mantiene informada de todo lo que sucede contigo.

No sé si reír o llorar. Es increíble la capacidad que tienen los seres humanos para ser tan insensibles.

—Preguntarme directamente es innecesario, ¿verdad? Con lo que te diga el Sr. Preston es más que suficiente, ¿no? ¡Lo que tu hija sienta importante muy poco, ¿no es así?! — exploto—. Es increíble que se hayan divorciado y a mí me pongan entre el uno y el otro como el muñeco de trapo que ninguno de los dos quiere. Papá no para en la casa ni un solo segundo del día y tú te la pasas viajando, ya olvidé cuándo fue la última vez que te vi. Me tienen encerrada en estas cuatro paredes como si me tratara de una delincuente y siendo resguardada por un maldito pervertido que no me quita los ojos de encima en ningún instante. No puedo salir de la casa, mis amigas ni pueden venir. A duras tengo acceso a mi teléfono, pero papá tiene la línea cruzada y...

—Lo siento, mi amor, debo irme — mis palabras se estrellan en mis dientes en cuanto me corta—. Estaré de vuelta aproximadamente en quince días. Hablaremos de todo esto y con más calma después, ¿de acuerdo?

Escucho que su asistente la llama y no tarda en colgar después de un "te quiero" que no me hace falta escuchar.

Bajo la misma frustración, ira y decepción, tiro mi teléfono contra la pared y el perro pulgoso no tarda en entrar a mi habitación. No soy capaz de contener mis lágrimas, pues por más que me diga que no debo llorar, ellas salen una detrás de la otra sin ninguna intención de detenerse.

«Que humillante que me vean de esta manera».

—¿Se encuentra bien, Srta. Preston?  — su pregunta me hace reír y llorar aún más fuerte.

—Perfectamente bien, ¿acaso no lo ves, imbécil? — me acerco al teléfono y lo pisoteo varias veces presa de rabia—. ¡Los odio!

Tentación Prohibida(EN FÍSICO)[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora