Capítulo 12: "Yo le odio"

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El recuerdo de mi madre se borraba ya con el tiempo en un mundo que estaba segura no era el mío

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El recuerdo de mi madre se borraba ya con el tiempo en un mundo que estaba segura no era el mío. La recordaba como una mujer de mirada triste, seguramente por los terribles pesares que había tenido que pasar en su juventud. Pero también recordaba aquella foto que encontré en su cartera a los seis, ella era una joven bonita, de ojos fieros. Una mirada poderosa, una sonrisa afable y por supuesto risos morenos. Gustaba de teñirse cada cierto tiempo de un castaño cobrizo, amaba la música ochentera, gusto que me transfirió exitosamente ya que crecí escuchando a los twist*d sister, con su extraordinaria canción; were n*t gonna take it. Y estaba segurísima que había sido alguien de espíritu libre.

Aprendí de mama a ser libre. No consistía en solo vivir a mi manera. Era un himno de no dejarme de nadie.

Quizá era por eso y el echo de que no era como las demás niñas, que yo era y me consideraba libre. «No hay hombres en casa». La gente decía eso cada que nos visitaba. Y era cierto. Hasta las mascotas eran hembra esterilizadas. Recuerdo que era un chiste que solíamos contar a todos los vecinos. «Es un matriarcado, ya sabes, mi hogar es un matriarcado». Y no podía enorgullecerme más de no tener un padre. Por mucha envidia que generara en mi aburrida adolescencia, había crecido sin tener a un hombre prohibiéndome nada, más había tenido a una madre que con el tiempo se mostraba más agotada, de la vida, de las deudas, de mi... probablemente toda madre sentía eso en algún punto acerca de sus hijos.

También recuerdo que nuca se había casado, que tuvo que hacerlo sola, así que mi idea acerca de ser una esposa solo era la imagen de las esposas en novelas de la época, revistas de amas de casa, vecinas y poco más.

Es por esto que cuando me convertí en la esposa de Izal, no tenía idea de cómo serlo.

Izal me enseño... como era su madre. Una esposa... comprendí algunas cosas superficiales que él había visto hacer a su madre. La esposa ideal es la que arregla su cabello todos los días, ordena el hogar, alimenta al maridito y folla respetuosamente como una puta de lujo.

Todo eso después o antes de cenas elegantes, con una rutina que enviaría a una mujer cuerda a un psiquiátrico a tomar barbitúricos cada ocho horas. Jugar a la mamá como una muñeca de trapo y extrañaría un peluquero por las mañanas. «No me sorprende que huyera», pensé sobre su madre.

—¿Contenta, mi bella esposa? —inquirió Izal audazmente, desde el otro extremo del comedor.

Oh, claro que lo estaba. Estaba más que contenta. Tenía que estarlo pues había sido sorprendida con un jodido regalo. Una polla prospera y fértil que se metía dentro de ella traviesamente, todos los malditos días. Eso habría sido bueno, sino se hubiera tratado del mismo hombre que disparo a su familia hasta la muerte... ojalá, en cada orgasmo no sintiera tanta culpa, náuseas y remordimientos cuando lo hacían... «Es repugnante».

—Si, lo estoy Izan —respondí cansada.

—Honey —le corrigió él—, prometiste intentarlo.

—Lo estoy, estoy contenta con la casa y el jardín con piscina —reformule mi tono.

Embarazada del Bad BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora