Capítulo 2

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Capítulo 2.

Caminamos cogidos de la mano y mirando a nuestro alrededor con esas caras de no comprender nada. Había sido un golpe duro la escena que habíamos presenciado hace un rato.

Vimos un lago en medio de aquel bosque alejado de todas las obras y el ruido de todas las grúas y martillos. Decidimos quedarnos allí, ¿para hacer qué? Aún no lo sabíamos, pero desde luego que seguiríamos soñando.

Soñando por volver a despertar, ver de nuevo la luz verdadera y sobre todo, soñando por ver el mundo que nos esperaba fuera. Me tumbé bajo un árbol que estaba prácticamente lleno de hojas y descansé cerrando los ojos que volví a abrirlos al instante cuando el niño me llamó con un gemido.

Estaba sentado de la manera en la que los chiquillos se sientan, con las dos piernas abiertas a ambos lados. Llevaba una flor rosa y morada en la mano y me la dio para que me la quedara.

Sonreí y me la coloqué en el pelo con cuidado. Era preciosa y de repente un suspiro, un parpadeo, una sonrisa y Alberto estaba allí. Detrás de mí y aparecía con otra flor en la mano.

-Las cosas importantes como yo vuelven a aparecer. Es broma. Bueno, así que ¿has decidido creerme?

-Creo que me di cuenta cuando salí corriendo de la casa y pronunciaste esas palabras. Todo acabó desapareciendo.

-No luches porque este sueño desaparecerá de nuevo, sin dejar rastro y con otro esperándote en tu mente.

No pude no mostrar una mirada de desacuerdo, aun sabiendo que tenía razón. Así que respondí:

-Disfrutaré lo que queda de sueño.

Me acurruqué con el pequeño que tenía hambre y con unas migas de pan que había cogido de la fábrica se las di para que pudiera comer.

-¿Quién es?-Preguntó Alberto.

-Otro que ha sufrido lo mismo que nosotros.

-¿Vio desaparecer todo lo que tenía a su alrededor?

-Sí, hasta pudo ver los gritos de su madre.

-Eso sí que es duro. Yo también lo vi.

-Lo siento mucho, pero ¿aún lo recuerdas?

-Como si hubiera sido ayer.

-Pues yo no recuerdo nada.

-Deberías hacerlo.

-No tengo a nadie qué recordar.

Bajó la cabeza y se tumbó al lado del pequeño que dormía plácidamente.

Por un momento también quise tumbarme y dormirme como si fuera la última vez pero no lo conseguí. Tenía demasiado miedo de que pudiera perderlos.

Me quede mirando las nubes grises como si fueran trozos de algodón que flotan en un inmenso cielo gris. Cerré los ojos y me dormí. No quería hacerlo pero no podía resistirme.

Cuando  volví a despertar, el cielo era gris, casi negro y llovía. Llovía demasiado. Giré la cabeza a ambos lados y suspiré cuando ellos seguían allí, un poco más lejos y jugando con las mariposas.

Alberto jugaba como un niño, sin preocupaciones y se derretía con cada sonrisa del bebé. Aquel chiquillo rubio que a pesar de lo que había visto, no sabía la verdad y no comprendía nada que la vida le estaba dando.

Corrí hacia ellos y grité:

-Está lloviendo. ¿Dónde podemos ir ahora?

-Hay unas cabañas aquí cerca.

Descubriendo lo soñadoWhere stories live. Discover now