Narrador omniscienteMéxico/ 24 de abril
2:40 a.m.El licor picaba en su garganta, pero ese breve ardor parecía ser el estimulante que necesitaba para poder lidiar con la rabia, la tristeza y la impotencia de ya no poder hacer nada al respecto.
La muerte suele ser la excusa perfecta para llorar y desquitarnos acerca de todo lo que nos molesta, desgastarnos hasta ya no sentir nada, hasta que ya no quede ni una sola lagrima por bajar. Pero, ¿qué pasa cuando las lágrimas no vienen? Entonces, la lucha suele ser más difícil de conllevar. Necesitamos llorar, es necesario, es la mejor forma de sacar todo, de sentirnos liberados, sin ningún peso que cargar. El problema está en las personas que no saben liberar esta carga, y prefieren irse por otros métodos.
El licor parecía ser su mejor estimulante, su efecto lo hacía sentir más seguro, más fuerte. La debilidad parecía ser su peor enemigo, no iba a permitir que esta lo poseyera.
__Señor, ¿le parece bien que los medios se enteren al amanecer? O, ¿prefiere que se enteren después?
__Se enterarán de todas maneras. Al funeral sólo asistirán los más cercanos, no quiero cámaras, no quiero preguntas.
__Así será, señor.__ Este asiente para luego retirarse del lugar.
Habían pasado aproximadamente unos veinte minutos en los que se encontraba ahí, de pie junto a al ventanal de su despacho, observando su única compañía del momento, aquella brillante luna que parecía alumbrar más que noches anteriores. Las estrellas eran escasas, pero fijó su mirada en una en particular, una que brillaba con intensidad.
Dicen que estamos hechos de polvo de estrellas, sería hermoso pensar que luego de morir, volvemos a ser grandes y brillantes estrellas. Tal vez, todos alguna vez hemos formado parte de constelaciones.
Ese pensamiento rondó por su cabeza un instante, para luego pensar en lo absurdo que sería eso, y que solo era una simple fantasía creada para dar una explicación más de nuestra existencia.
Él, ya había perdido mucho en su vida, así como también había ganado, pero eso no era consuelo suficiente, porque sus demonios aún lo seguían atormentando. Pensar en sus momentos más felices lo llenaban de melancolía, pensar en los momentos que tuvo con las personas que más quiso le estrujaban el corazón, porque sabía, que esos momentos ya no volverían.
Así como aún no dejaba de pensar en cierta persona, preguntándose qué sería de su vida, pero sabiendo que ella estaba mucho mejor que él, por lo que ya se había enterado, y aunque su traición seguía llenándole de rabia, le reconfortaba su bienestar. Había llegado a la conclusión, de que probablemente estaba maldito desde su nacimiento, y que lo mejor era mantener a las personas que le importan, alejados de él.
Tomó un último trago de whisky, dejando el vaso de cristal vacío, con únicamente pequeños trozos de hielo. Salió de aquel despacho, luego de sentirse listo como para poder enfrentar su realidad y lo que tocaba de ahora en adelante.
Esa madrugada, se había convertido en una de las peores que había pasado, si no es que la peor. Observó aquella puerta por un instante, se lo pensó mucho antes de decidirse, para luego tomar un profundo respiro y girar el pomo de la puerta. Entró, y ahí seguía.
Los cables y las maquinarias médicas aún lo perturbaban, pero aún con el corazón rompiéndose en miles de pedacitos, decidió tener la valentía suficiente como para despedirse adecuadamente de aquella persona tan especial para él, y que le dolerá toda la vida.
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Infieles
FanfictionElla estaba harta de ser lo que se le imponía. Él, disfrutaba dejarse llevar por sus impulsos. Sus diferencias del pasado no eran más que migajas delante de la enorme tentación y el ardiente fuego que ambos poseian y compartían. Ser infiel es un err...