MarciaEspaña/ 6 de mayo
16hrsAdoraba las veces en las que mi única compañía era la voz de Michael Jackson, un puro, y una copa de vino. Eran esos pequeños momentos íntimos que lograban ser tan placenteros, cuando nada ni nadie podía interrumpir esa paz.
Pero luego transcurrían los minutos, y esos minutos se volvían una o dos horas, entonces, era cuando la espuma empezaba a desvanecerse, el agua a enfriarse, y ya podía sentir los primeros espasmos de la embriaguez. Me encantaba esa sensación, era cuando más calma podía sentir, y cuanto más bebiera, el éxtasis era aún mayor. Saber que no podía llegar a ese punto me mortificaba, por más que quisiera, el poder de control y sobriedad siempre terminaban ganando.
Los límites siempre me molestaron, odiaba tenerlos, detestaba cada vez que tenía que parar. ¿Por qué tengo que parar si me gusta tanto?
Era irónico, de pequeña siempre creí que cuando pudiera ser libre de las supervisiones de mis padres entonces podría hacer todo lo que quisiera. Pues no, no en esta vida, no en esta realidad.
¡Quiero beber! Pero no puedo dejar que los niños me vean ebria; esto es tan frustrante.
Y ya sé que es una tontería, no puede ser que me esté quejando de eso.
Nunca me había sentido tan aliviada de volver a mi casa, y al mismo tiempo tan desesperada de escapar de ella. Solo para poder hacer lo que quisiera sin restricciones.
Una semana después, y parecía que ya las cosas habían tomado su lugar, y el alivio me había llenado. Volver a mi casa no me tenía del todo aliviada, lo que sí me tenía aliviada, era sentir que ya la tragedia había acabado, que ya lo difícil había concluido, que ya no me sentiría culpable.
Aún cuando podía hartarme constantemente de esta vida, no se comparaba a todo lo demás, a tener que revivir todo, a tener que aguantármelo, aunque no quisiera.
Beber era el camino fácil, la solución más llevadera, era como amortiguar el golpe después de la caída. Así lo veía yo. Pero ni siquiera eso podía hacer, estaba atada de manos y pies, era molesto en algunas ocasiones, pero ya estaba allí, lo suficiente acostumbrada como para evitar quejarme.
Nadie elige lo que quiere realmente, solo sucede, con suerte logras obtener los resultados que querías; yo no tuve esa dicha.
Empezar teniendo una mina de oro para luego acabar con las pocas sobras restantes. Conformarse con lo que tocaba, no con lo que querías.
No puedo quejarme de tener una mala vida, porque no lo es, no puedo quejarme de no tener nada, y no puedo pedir más de lo que ya tengo, la codicia es asquerosa. Solamente deseaba, tan solo un poco de plenitud, no felicidad, la felicidad era momentánea. Tan solo plenitud, sentirme completa, ¿estaré pidiendo demasiado?
Me sentí despertar de mi breve distracción cuando las primeras voces y pasos empezaron a escucharse, en las que pude identificar a mis hijos y mi esposo.
Bien, hasta aquí hemos llegado por hoy.
Solté el resto del tabaco y la copa de vino aún lado. Tuve que contar mentalmente hasta tres para poder motivarme, aunque no lo estuviera. Inmediatamente hice un esfuerzo por moverme, tuve que cerrar los ojos con fuerza una vez sentí las consecuencias del alcohol junto con el tabaco, un fuerte mareo se me vino, por lo menos fue algo breve, por lo que proseguí resignada a abandonar mi glorioso baño de espuma y especias.

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Infieles
Fiksi PenggemarElla estaba harta de ser lo que se le imponía. Él, disfrutaba dejarse llevar por sus impulsos. Sus diferencias del pasado no eran más que migajas delante de la enorme tentación y el ardiente fuego que ambos poseian y compartían. Ser infiel es un err...