Infieles

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Me encantaba cuando nuestras pieles brillaban a causa del sudor, y que aún así, no éramos capaces de soltarnos de nuestro acogedor abrazo

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Me encantaba cuando nuestras pieles brillaban a causa del sudor, y que aún así, no éramos capaces de soltarnos de nuestro acogedor abrazo.

Desnudos y no solo en términos de ropa, nos entregábamos desde lo más profundo, lo más al fondo de nuestras almas, como si quisiésemos volvernos uno solo.

Nuestras respiraciones tan agitadas, nuestros corazones enloquecidos, tanto, que el peligro que sentíamos al perder al vida en esos momentos era constante.

Amaba cuando era él quien intentaba acallar mis gemidos aún cuando no podía controlar los suyos.

No importaba donde estuviéramos, aún si se tratase del lugar menos oportuno. Cualquier lugar era perfecto para nosotros, la imaginación era el límite.

Extrañaba todo eso. Demasiado, aunque tuviera muchas ganas de negarlo.

__¿Te gusta?__era increíblemente bueno en esto, en hacerme perder por completo la cordura. Quería escuchar una repuesta de mi parte, eso me irritaba y él lo sabía.

__¡Cállate!__solté con euforia. Él rió, pero estaba empeñado en hacer los movimientos más lentos, yo no quería eso, era tortura.

Sus manos hicieron posesión de mis caderas, yo las quité, no iba a dejar que hiciera lo que quisiese. Me movía con completa desesperación, era una locura, mi mente estaba en blanco, y nada de lo que me preocupaba importaba en esos momentos. Parecía poseída, lo admito, mi locura daba miedo, pero a él le encantaba, le enloquecía, y eso me estimulaba aún más.

Nuestros sonidos corporales eran cada vez más frecuentes y salvajes, el sudor no era un impedimento aunque estuviéramos cada vez más empapados, tanto así, que mi cabello golpeaba mi frente y este se sentía húmedo.

Quería gritar, arañar todo su cuerpo e incluso llorar, quería todo, quería explotar tan fuerte como una súper nova. Así de loca estaba, él lograba ese nivel de locura en mí.

__Como me encantas.__susurró, aunque apenas pudo articular esas palabras.

Soy infiel por la manera en la que lo veo.

Soy infiel por la manera en la que dejo que me vea.

Ambos lo somos, y eso es algo que nuestros cuerpos, nuestras almas, no pueden evitar.

¿Tan malo es ser fiel a nuestros deseos?
Deseos pecaminosos que nos llevan a la perdición, pero si algo tenemos en común los dos, es que no tememos a quemarnos. Ya ardemos por dentro.

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