Capítulo 2 - "¿Dónde estaría la gracia si os lo digo tan fácilmente, majestad?"

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III

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III

Había pasado demasiado tiempo desde la última vez que Roxana había salido al exterior. Meses y meses sin haber visto el cielo y sin haber disfrutado del calor del verano.

Era tal y como lo recordaba. Exactamente como lo había soñado tantas veces en sus peores noches en Délmor cuando sus heridas eran tan dolorosas que lo único que la mantenía con vida era la esperanza de ver el sol una vez más.

— Ya casi hemos llegado — dijo el guardia, manteniendo a Roxana sujeta del brazo y guiándola por el sendero de rocas que llevaban al patio trasero de Délmor.

Tenía razón. Roxana podía sentir en lo más profundo de su ser la presencia de un mal cercano. La reina de verdad se encontraba allí.

¿Y si la reconocía? Diez años era tiempo más que de sobra para que la reina hubiera olvidado a alguien tan insignificante como ella, pero seguía habiendo una posibilidad de que todavía recordara a esa niña de siete años que logró escapar de sus garras el día de la caída de Taenia. Y si lo hacía, sus planes de diez años se irían por la borda y los dos años de tortura que había pasado en Délmor para poder hablar con Dwayne habrían sido en vano.

El guardia se detuvo de repente, parando a Roxana con él; habían llegado.

Roxana dio un paso atrás, consciente de las consecuencias que podría tener que la reina averiguara su verdadera identidad. Había sido un error dejar que el guardia la trajera ante ella; debería de haberlo matado y de haber escapado cuando tuvo oportunidad.

Mientras Roxana ideaba su plan de huida, el guardia vio a través de sus intenciones y le dio un rodillazo en el interior del muslo, haciendo que la asesina perdiera el equilibrio y que quedara de rodillas frente a la reina.

Idiota.

— Hola, Roxana Xanders — habló la reina, dedicándole una sonrisa amplia y falsa a la asesina.

Esa voz; esa horripilante voz que había sido la protagonista de las más oscuras pesadillas de la joven.

Roxana alzó la cabeza para devolverle la mirada. La reina se encontraba delante de ella, parada justo en el centro del patio y con un guardia real a cada lado.

Llevaba puesto un vestido negro como el carbón y su pelo azabache estaba recogido en una coleta alta para resaltar sus facciones. Su postura era regia y calculadora y miraba a Roxana como si ella fuera un peón más en su partida de ajedrez.

La sangre se arremolinó en la cabeza de la asesina y las piernas le comenzaron a temblarle tanto que ni siquiera consideró levantarse ya que no estaba segura de si podría mantenerse de pie. No por miedo, si no por completo y absoluto shock. Nunca se habría podido imaginar que así sería como se reencontraría con la persona que había destrozado su vida.

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