Capítulo 1 - "No te pases de lista conmigo, Xanders"

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II

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II

Roxana Xanders llevaba dos años encerrada; setecientos treinta días de haber estado al borde de la locura; 17.532 horas sin haber visto la luz del sol y sin haber sentido su calor en su piel cubierta de cicatrices.

Todo ese tiempo acompañada únicamente de un libro antiguo de la historia de los reinos. Un libro el cual la asesina se había leído tantas veces que se sabía de memoria y que estaba tan destrozado que probablemente ella fuera la única persona capaz de leerlo.

La joven estaba harta de estar encerrada y de los malditos brazaletes de espinas que aprisionaban sus muñecas y que la hacían sangrar a todas horas, pero se había dejado atrapar por una razón y no podía irse con las manos vacías.

Aunque después de haber hablado con Dwayne, por fin tenía todo lo que necesitaba de la prisión y podría irse de aquel horroroso lugar. Sería libre de nuevo.

Tenía preparado su plan de huida de Délmor desde hace varios meses y había llegado la hora de ponerlo en práctica.

La euforia corría por las venas de Roxana con ferocidad, preparándola psicológicamente para su escape, el cual no sería nada sencillo.

Para empezar, debía...

El sonido de la cerradura de la puerta abriéndose interrumpió los pensamientos de Roxana, haciendo que enderezase su espalda y que mirase hacia la puerta de su celda con una mirada calculadora.

Uno de los múltiples guardias de Délmor se encontraba parado tras ella, luciendo su característico uniforme negro y portando una espada en su cinturón.

Para su sorpresa, Roxana no le reconocía, y ella conocía a todos los guardias de la prisión.

Después de todo, había dedicado varías horas a estudiarlos a todos; y si no se equivocaba, este era un nuevo recluta, lo que quería decir que muy probablemente no supiera que debería andarse con mucho cuidado cuando estuviera cerca de ella.

De hecho, ya había cometido 3 errores: no portar un arma en su presencia si no tienes deseos de morir, no abrir la puerta de su celda bajo ninguna circunstancia estando solo y no estar a al menos a 1 metro de distancia de ella. Este guardia o era muy ingenuo o muy estúpido.

— Tiene visita — dijo de repente, y a Roxana le sorprendió el tono de su voz; no estaba cargado de autoridad ni miedo, distinto a lo que estaba acostumbrada por parte del resto de guardias.

Aunque más que ese pequeño detalle, lo que más le sorprendió fue lo que dijo, ya que en los dos años que llevaba encerrada allí, nadie había ido a visitarla.

— ¿Visita? — preguntó ella extrañada, alzando la cabeza y usando su mano derecha para retirarse un mechón de pelo rojo de la cara que limitaba su visión.

— Sí. La reina Aaliyah ha solicitado una audiencia con usted, la está esperando en el patio trasero.

Roxana abrió los ojos de par en par y su respiración se comenzó a acelerar.

¿Qué demonios? ¿La reina? ¿La jodida reina de todo lo que estaba mal en Artelya había solicitado una audiencia con ella? ¿Por qué?

— ¿Conmigo? Debe de haber un error.

Roxana frunció el ceño y comenzó a pensar en razones por las que la reina podría querer verla. Esto no entraba en sus planes.

— ¿Usted es Roxana Xanders, no es así? La dama de las tinieblas; la enviada del diablo.

A Roxana le seguía resultando extraño que se la denominara por nombres tan absurdos. ¿«La enviada del diablo»? Tenía que ser una broma.

— Sí, esa soy yo — respondió ella a regañadientes, mirándole de reojo.

— Entonces no hay ningún error. Si no le importa, la escoltaré todo el camino hasta llegar ante su majestad.

La asesina bufó internamente. «¿Si no le importaba?» Roxana sabía perfectamente que sólo era una forma de hablar, porque cuando se hablaba de lo que la reina quería, ella no tenía verdadera elección. Si la reina quería verla, la vería; quisiera o no.

Roxana se levantó del suelo de su polvorienta celda y avanzó lentamente hacia la puerta con movimientos poderosos y depredadores; cada paso que daba siendo delicado y preciso, propio de una bailarina, o en su caso, de una asesina.

El juego de pies siembre había sido una parte importante del arte de la muerte y Roxana lo había dominado a la perfección. Estar encerrada allí puede que la hubiera hecho perder un poco de peso y músculo, pero eso no la había hecho perder sus instintos más básicos.

Se detuvo a unos pocos centímetros del guardia, enfrentándolo con la mirada. Él le debía sacar alrededor de una cabeza a la joven, pero eso no la intimidó lo más mínimo. Había matado a personas casi el doble de altas que él.

Él tampoco pareció estar impresionado con la asesina. De hecho, durante toda la conversación, su expresión había sido seria y monótona. Sin mostrar una pizca de emoción.

El guardia hizo un movimiento con la cabeza para indicarle a Roxana que avanzara, pero ella no hizo ningún ademán de moverse. En cambio, le señaló los grilletes que retenían sus tobillos y que limitaban sus movimientos.

Se los había quitado la noche anterior cuando fue a hablar con Dwayne, pero se los había tenido que volver a poner para que nadie sospechase de que no había pasado la noche en su celda.

— No puedo caminar con esto puesto. A menos que quieras que lleguemos un día tarde a la cita con tu querida reina, claro.

Roxana sonrió con inocencia, batiendo sus pestañas.

— Nuestra reina — la corrigió, y ella encogió los hombros en señal de que le daba igual. Él la miró con suspicacia y comenzó a sopesar si quitarle los grilletes o no.

Roxana levantó sus manos al nivel de su rostro para mostrarle los brazaletes de sus muñecas al guardia.

— Sigo llevando los brazaletes de espinas, así que no te preocupes porque te mate, te hechice o huya en el camino. Los brazaletes no me lo permitirán. Me apretarán y me harán sangrar si siquiera lo intento.

Su comentario pareció ser suficiente para convencer al guardia ya que se inclinó frente a ella para soltarle los tobillos.

Roxana casi dejó que se le escapara un suspiro de alivio al sentir como el metal dejaba de raspar su piel, pero un segundo después notó como el guardia le ponía esos mismos grilletes en las muñecas para encadenar sus manos juntas.

— No te pases de lista conmigo, Xanders. Sé perfectamente quién eres. Tengo muy claro de lo que eres capaz y de que me podrías matar en cualquier momento en el que deje mi guardia baja, pero también sé que no lo harás porque tienes demasiada curiosidad como para arruinarlo todo tan pronto con mi muerte.

Roxana casi soltó una risa seca por su discurso. Él no sabía nada de ella, aunque el guardia sí que tenía razón en una cosa: no iba a matarlo. Al menos no todavía.

A pesar de sus pensamientos, la asesina no intentó negar nada de lo que había dicho el guardia. Tenía un papel que interpretar y no pensaba echarlo todo a perder estando tan cerca de conseguir todo por lo que llevaba trabajando los últimos diez años, así que se limitó a mantener la boca cerrada y a dejar que el guardia la llevara por los infinitos pasillos de Délmor hasta su encuentro con la reina.

...

31/10/22

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