P r o l o g o

102 18 4
                                    







Cuando los japoneses entraron al palacio de la gran emperatriz Min para asesinarla y así acabar con su reinado toda su familia se vió obligada a huir para salvar sus propias vidas.

Y así en la clandestinidad pudieron vivir modestamente  para poder mantener su linaje intacto.

Ya habían pasado muchos largos años desde lo acontecido que incluso sus descendientes ya se empezaban a volver personas adultas y capaces de tomar grandes decisiones.

Cada vez eran peores las atrocidades que cometían los japoneses contra el pueblo coreano que concluyeron que si uno de ellos, específicamente el más fuerte se hacía con el poder todo cambiaría.

Entonces para ello lo mandaron a China y al mismo Japón para entrenarlo y tanto trabajo duro del elegido pronto dió sus frutos.

Cambiando su destino para siempre.

.

.

.

Cuando Park Hyerin fue arrancada de su familia en los tiempos de la invasión japonesa solamente tenía 17 años y como provenía de una familia noble la casaron con uno de los funcionarios japoneses que pronto llegaría al país.

Y en todo ese tiempo ella aprendió a amar a su marido porque Henzo Hikumoto no era el prototipo de hombre japonés que ella pensaba que era.

No era cruel, no era malo con ella, ni siquiera con los empleados de la casa, como otros japoneses, Henzo solo se dedicaba a amarla a ella y a su familia.

Pero toda su felicidad se vino abajo cuando una doctora amiga suya le dijo que no podía jamás tener hijos.

Eso la devastó porque para la época tener hijos era lo primordial en la vida de una mujer, y si la mujer no tenía hijos era ejecutada públicamente sin o con el consentimiento del esposo, esa era la regla que los japoneses tenían para dejar su legado en el territorio coreano.

Entonces tuvo que actuar rápidamente, fingió su embarazo y su marido le creyó todo yéndose feliz a Japón por unos meses por temas de su trabajo como funcionario público del imperio japonés.

Y en todo ese tiempo ella trato de buscar soluciones pero no encontraba ninguna solución convincente hasta que mientras tomaba su té de la tarde entró una doncella amiga suya con su prominente panza de embarazada.

—Vengo a hacerte un trato mi señora. —le dijo.

—¿Un trato? —preguntó Hyerin.

—Conozco su secreto. —anunció mientras miraba a su alrededor.

—Retirense. —les dijo Hyerin a sus damas.

—Creo que puedo ayudarle a cumplir con su deber. —le dijo la doncella.

—¿Como? —preguntó Hyerin.

—Este bebé que llevo en el vientre no puedo mantenerlo conmigo, si lo hiciera perdería mi trabajo y seré juzgada por la sociedad.

Hyerin se quedó pensativa al escuchar las palabras de la doncella.

—¿Entonces que sugieres? —cuestionó.

—Qué usted se quede con el bebé. Sé que lo necesita al igual que yo para sobrevivir, le juro que nunca revelaré su secreto, no cuando usted me ayude a deshacerme del bebé.

—Esta bien, pero te tendrás que quedar aquí, así evitaremos las especulaciones. Y cuando ya hayas tenido al bebé te podrás ir, mientras permanezcas aquí no te faltará nada.

Dulce Ilusión - YoonMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora