four

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Algo que le apasionaba a Rodrigo era ir a acampar, cada año en las vacaciones armaba un plan con sus amigos para acampar en un bosque lejano a la ciudad. Le agradaba estar rodeado de la naturaleza, ver tantos insectos -menos las arañas, claro- y animales le relajaba, al igual que observar las hermosas vistas desde la montaña del campo que yacía después del bosque, justo donde solían quedarse.


Iván, por el contrario, odiaba de todo corazón pasar al menos una sola noche fuera de su casa, creía fervientemente que se exponía a peligros letales, como asesinos, animales venenosos, o esa clase de cosas que a Raúl le aterraban, es por eso que jamás había acampado, y nunca se le cruzó esa idea loca por la mente.

Hasta que Rodrigo se unió a su vida, y le obligó a ir con él durante las vacaciones de verano, con un calor infernal y el mal humor bastante denotable del pelinegro, se vió obligado a aceptar su petición, pues, ¿cómo podía resistirse a esos ojitos de cachorro que le miraban con súplica? De igual manera, Rodrigo prometió darle una gran sesión de besos transcurridos esos días en el exterior, no podía negarse a eso.

Por eso, terminó resignandose y partiendo de su casa un viernes por la tarde, junto a sus amigos y el chico de sus sueños, que agarraba su mano con suavidad, igual que un niño pequeño. -Te amo mucho, lo sabes, ¿no? La vas a pasar bien, no estés enojado.

-Si me pasa algo será tu culpa- sentenció, y la risita del petiso causó que Iván sonriera con ternura.

-Sí, sí, como sea, yo te voy a cuidar, así que vas a estar a salvo.

El oji-café besó sus nudillos, y estuvo burlándose por un rato del sonrojo bastante notorio del más bajito.

[...]

La noche al fin se había hecho presente; el cielo se tiñó de un color azulado muy oscuro, y junto con éste pequeños puntitos brillantes se hicieron denotar, aunque lo que más llamaba la atención era la luna inmensa que alumbraba el rostro suave de Rodrigo.

Aún bajo la carpa, la luz de la luna se colaba por la lona de ésta, y le daba un aspecto majestuoso a las facciones del mayor. Iván jadeó, con su respiración agitada por la falta de aire que provocaban los besos que se daban.

Completamente desesperado y dejándose llevar por el momento, acarició el cuerpo caliente de Rodrigo por debajo de sus ropas gruesas, Iván no lo entendía, ¿por qué usaba vestimentas anchas si tenía una figura esbelta la cual lucir? Le daba igual, sinceramente, le gustaba saber que él era el único que podía contemplar su anatomía entera, y probar cada lugar de ésta misma, explorar y experimentar con él cuanto quisiera.

Los gemidos que se escapaban de los labios hinchados de Ezequiel eran acallados por el choque feroz de sus bocas, el petiso se retorcía a consecuencia del contacto electrizante de los frívolos dedos de su pareja contra su piel, acariciando de una forma tan suave que el ojeroso sentía que se derretiría en cualquier momento, y es que el simple toque de Iván le hacía hundirse en un éxtasis de placer, una sensación maravillosa que osaba compartir con su chico.

Las palabras estaban de sobra en aquel momento, Rodrigo sólo quería ser tocado y besado por el pelinegro, y éste se encargaba de cumplir los deseos del muchacho, despojando con lentitud su vestidura mientras repartía besos por toda su anatomía, en busca de dejar marcas en su piel para indicar que le pertenecía a él, y sólo a él.

Iván suspiró, recordando ese mágico momento con total felicidad, fue la noche en que tomó el cuerpo de Rodrigo como suyo y le recordó que lo amaba muy genuinamente.

Después de eso, había disfrutado mucho acompañarlo en su actividad favorita, y aunque le costara admitirlo, se había convertido de igual manera en algo que amaba hacer, porque era junto a él.

4- Ir a acampar.

cinco cosas que me hacen feliz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora