cinco cosas que me hacen feliz.

five

A iván le gustaba rodrigo.

Era simple, le encantaba ese muchacho. amaba cada cosa de él, su sonrisa, sus ojos, sus gustos, su voz, sus besos, y básicamente todo de él; su mismísima existencia.

Porque, para Iván, Rodrigo era un ser de otro mundo, quizás como un ángel al cual enviaron para ser amado por él, para estar con él y para deshacerse de esa soledad en el que estaba inmerso desde hace años.

Había llegado para transformar su vida en algo maravilloso, y eso fue gracias al amor que le brindó Rodrigo, porque le dió tanto y nunca esperó nada a cambio. Quizás eso fue lo que le enamoró, o quizás fue la personalidad tan atrayente que tenía, quizás su aspecto, quizás la forma en que lo amaba tan genuinamente, no lo sabía con exactitud, y no necesitaba hacerse esa pregunta; le bastaba con amarlo y estar junto a él todo el tiempo que pudiera.

Jamás le importó lo que dijeran otros, jamás le importó que fueran hombres, ¿qué tenía de malo amar a alguien? Porque era eso; amar, no importa la distancia, el género, no importaba ninguna diferencia o adversidad que tuvieran, Iván lo amaba y ya está, no había más.

Iván era feliz con Rodrigo, y esperaba que Rodrigo fuera igual de feliz con él.

5- Rodrigo Carrera.

Finalizó, con una gran sonrisa que juraba llegaba hasta sus orejas; el cosquilleo que sintió en su pecho al leer toda la lista le hizo temblar. Y, finalmente, se levantó de su sitio para entregar su tarea.

-Terminaste casi de último, ¿te costó mucho?- cuestionó su docente.

-Algo así- rió.

-Muy bien, puedes ir a tu puesto.

Caminó a paso lento hacia su escritorio, y nunca esperó toparse con la mirada brillosa de su Rodrigo, sin embargo; lo hizo, el petiso le observó y pronto una sonrisa se hizo presente en sus labios. -Te amo- articuló con éstos, e Iván sintió de nuevo ese cosquilleo molesto en su pecho.

Tomó la mano del castaño y dejó un beso en sus nudillos, era una costumbre para ambos que Iván hiciera tal acto para demostrar su cariño, pues le avergonzaba expresarlo en público. -Yo más- susurró al fin, y Rodrigo no pudo evitar sorprenderse por las repentinas palabras del ajeno.

Apenas lo había escuchado, pero lo había dicho, y era sorprendente.

Rodrigo sonrió enternecido y el pelinegro se avergonzó, rodando los ojos y alejándose rápidamente, para evitar presenciar el escándalo que probablemente haría debido a la emoción.

Y tal como pensó, el petiso de inmediato sacudió con fervor el cuerpo de Juan, el cual estaba más cerca de él, y movió sus labios con demasiada felicidad, sin embargo, no pudo descifrar lo que decía.

Apoyó su mentón sobre la palma de su mano, suspirando mientras observaba los ojitos relucientes de carrera, quedó completamente embelesado por la inmensa belleza que poseía el más bajito.

Se estiró en su silla y se dedicó a esperar que la clase terminara, tenía muchas ganas de pasar la tarde con Rodrigo.