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Jungwon observó su nota con una ceja enarcada, estupefacto.

Se mantuvo quieto, en la misma posición maleable durante varios minutos en lo que a su alrededor había mucho movimiento. Soobin, lo más cercano que tenía a un amigo, le miró preocupado una vez que se dio cuenta del repentino comportamiento de su compañero.

—¿Won?— llamó, golpeándolo suavemente con su brazo.

No obtuvo reacción alguna del contrario y es entonces que capta el papel en sus manos, perfectamente liso. Se lo arrebata y una vez que sus ojos encuentran la nota, chifla despacio.

—Woah, definitivamente él no te quiere.

Jungwon expulsó aire como un toro y se levantó, apoyando sus manos en el pupitre para impulsarse.

—Estoy harto— fue todo lo que dijo antes de encaminarse en dirección al escritorio de su profesor.

La determinación en su sistema era espeluznante. Ya no le importaba caerle bien al maldito. Por él, que se vaya al carajo.

Cuando se plantó en el espacio de su superior, predispuesto a pedir explicaciones, el mayor se levantó y lo dejó con el trillón de palabras en su boca. El timbre sonó y el hombre se despidió de sus alumnos que salían apresurados por la única puerta del salón.

Jungwon suspiró y decidió tranquilizarse.

¿Arquitectura? ¿Por qué eligió esa carrera? Ah, cierto. Tenía que sacar adelante a la familia. Una madre y siete hermanos menores de doce años que dependían de él y únicamente de él. Obviamente tenía que elegir una carrera de esa magnitud. A veces, por unos milisegundos, lo olvidaba, pero era bueno recordarlo siempre. ¿No?

Pacientemente esperó a que el profesor Park terminara de despedir a cada uno de los alumnos y observó su proyecto sobre la mesa de trabajos.

Era excelente. Para un 10/10.

No para un 7/10.

Golpeteó sus dedos sobre la mesa imaginando que eran los ojos de Park y podía infringirle alguna especie de dolor. Lo odiaba.

Maldito Park Jongseong.

Jungwon jamás esperó que su estadía en la materia fuera tan molesta. Es decir, era un profesor de treinta años ¡El más joven del cursado! Su aspecto lo hacía de veinte y su carisma mucho más, no podría ser tan hijo de puta a simple vista. Hasta llegó a parecerle guapo cuando lo vio entrar por primera vez a comienzo de año, con ese cabello rubio y piel acaramelada que daba el aspecto de un surfista carismático perteneciente únicamente a la playa. Sus ojos miel resaltaban todo su rostro masculino y simétrico. Parecía un jodido modelo de revistas de verano.

Con el pasar de los días y meses, fue perdiendo el gusto por él. Su actitud tosca consigo era horrible. Hasta llegó a pesar que se comportaba solo así con él, pero no tenía nada para refutar eso. Solo que por alguna razón, sus trabajos solían estar entre las notas más bajas de la materia. ¡Y estaban perfectamente hechos! ¡Jungwon era específicamente dedicado con ellos porque dependía de una beca! ¡Mierda!

Estaba furioso. Y cuando el salón quedó a solas, por fin pudo salir de su trance y enfrentar al encantador y maldito profesor Park.

10/10 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora