Overlord: La Princesa Dorada

Movimiento III: Todo lo demás excepto Escapar (22)

[41º años de Foresai, Mes del Fuego Inferior, Día 4]

"El de la Sal y del Vapor, me siento al lado de tus aguas para hacer mis súplicas y rendir a tu servicio a mí y a los que están a mi lado. El del Rocío Iluminado del Amanecer, dame a mí y a los que están a mi lado tu ayuda en nuestro próximo esfuerzo. El de la tormenta arrolladora, dame a mí y a los que están a mi lado tu égida y guía. El de la espuma y el aerosol, dame a mí y a los que están a mi lado tu providencia, para que podamos llegar a ser portadores de tu justicia justa. El de la espuma de la bóveda, dame a mí y a los que están a mi lado tu liderazgo, para que podamos llegar a ser oradores de tu palabra y libertadores de tu voluntad. El de la Fuente Secreta, entrégate a mí y a los que están a mi lado al camino de la santidad, para que podamos conocer la Voluntad Terrestre, y para que podamos maravillarnos en su resplandor y en su belleza; para que tengamos la claridad del océano, para que nuestro juicio sea verdadero y purificador; para que podamos soltar y lavar a todos aquellos que desafían lo que es bueno y digno y arrojarlos para siempre a tus profundidades. Él del Mirror Mere, te agradezco la ayuda que ya has dado. Dejo el lado de tus aguas ahora, pero llevo tu nombre y tu símbolo hasta que nosotros también nos unamos a esos pecadores en las profundidades".

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Tia se deslizó debajo de la alcantarilla, no dispuesta a separarse del negro. Era estrecho, pero no excesivamente, y ella era capaz de caber dentro. Tomando respiraciones superficiales para evitar expandir su pecho, usó sus hombros para arrastrarse hacia adelante, moviéndose a lo largo de su longitud sin problemas. Este era el tercero que había atravesado en tantos minutos, una de las raras cosas que comúnmente se ofrecen solo a los distritos ricos. Saliendo por el otro lado, hizo una carrera acurrucada a lo largo de un callejón entregado a un pequeño canal, deslizándose fuera de él y fuera sobre un terraplén. Deslizándose por un lado, miró hacia la derecha, divisando un puente, y luego un segundo detrás de ese, este último oscurecido por la curva del río.

Eso es todo.

Las redadas habían comenzado, con cada miembro de las Rosas Azules, Climb y Unglaus, y otros dirigiéndose a la noche. Fue un gran acto, cientos de personas abandonaron los terrenos de Ro-Lante a la vez para aplastar cada apariencia de Eight Fingers. Magos, clérigos, soldados, caballeros, guardias profesionales, aventureros, vendedores de espadas y otros se habían derramado, y sin embargo, Tia no tenía a nadie a su lado. Aunque otros la habían acompañado, solo estaban allí para arrestar a aquellos a quienes no podía matar, y en su lugar tuvieron que expulsar. Ella debía completar la mayor parte de su asesinato sola, y si las cosas iban bien, limpiaría por sí sola el escondite de la División de Asesinatos.

Corrió a lo largo de la orilla del río, agachándose para mantenerse oculta de la luz de la luna. Cerrando la mayor parte de la distancia de cuarenta pasos rápidamente, el sonido de los coágulos de los caballos la hizo sumergirse instintivamente. Un carruaje cruzaba el puente, y Tia pateó sus piernas y brazos para enterrarse en el barro antes de que pudiera ser lamida por la luz de su lámpara. El resplandor naranja alcanzó su punto máximo y se desvaneció, el conductor y el guardia de la ciudad que escoltaban no se dieron cuenta de su presencia. Saliendo del atolladero, corrió bajo el puente tan rápido como antes, y después de recuperarse, alcanzó su punto máximo alrededor del arco de piedra para asegurarse de que ningún otro ojo mirara hacia la noche. No había ninguno, y ella hizo su descanso para el segundo puente. La distancia era de otros treinta pasos, acercándose cada vez más a la pared del río para permanecer a su sombra, y finalmente se separó de su carrera agachada para colocar su espalda al ras contra ella, bordeando de lado a lado hasta que estuvo bajo la cubierta del segundo puente.

Ella dijo que la entrada del escondite estaba aquí, o un puente más abajo.

Ahora, completamente oculta de la luz de la luna, se dio la vuelta y comenzó a barrer el pilar del puente con las manos. Yendo adoquinado por adoquinado, ella tanteó suavemente la pared, presionando sus dedos contra la piedra, sintiendo atentamente su resistencia. Sin sentir nada a la altura del pecho, barrió el espacio sobre su cabeza, luego se arrodilló para hacer lo mismo por el espacio de abajo. Con su brazo derecho completamente extendido, sus golpecitos de jengibre movieron una piedra; Presionando de nuevo, no lo desalojó, sino que sintió el característico balanceo de un resorte.