Secreto a voces

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Lunes, 4 de febrero de 2008

Eran las dos de la mañana y Ron no había regresado, había salido de casa cerca de las ocho de la noche del día anterior. Él le había dicho a su esposa que regresaría en cuanto se desocupara. Y por lo que ella podía observar, su esposo no estaba teniendo éxito en su cacería...

Parte de la cena que Hermione había preparado estaba en el horno y el resto, se encontraba como residuos en un plato olvidado sobre la mesa de la cocina, junto con varias tazas sucias.

Todas las habitaciones de la Jaula de Oro estaban a oscuras, excepto aquel estudio que se escondía detrás de una de las paredes de la cocina. En esa "oficina" se encontraba ella, investigando y evaluando cual sería su siguiente movimiento...

Tenía la mente ocupada y se sentía bastante segura ahora que había recuperado su varita. Pero no iba a apresurarse en cobrar venganza, pues quería saborear cada bocado de ese tóxico platillo. Aunque le costase la vida a causa de su plan.

Y a menos a que Ron intentara golpearla o abusar de ella, no lo asesinaría...

De momento...

Antes quería contactar a "su amigo diabólico". Entablar una conversación con él y solo después, ejecutaría lo que hacía años traía en mente.

Se levantó de su asiento y se desperezó. Llevaba muchas horas sentada, leyendo y buscando artículos en revisitas de chismes.

No era una lectura enriquecedora, pero sí útil al momento de rastrear al falsificador.

Tomó las dos tazas sucias que estaban sobre el escritorio y las llevó al lavadero; también las que estaban sobre la mesa de la cocina y el plato en el que había cenado. Dejó todo eso lavándose y salió de la cocina rumbo al piso superior.

Pero algo se le cruzó por la mente, antes de subir las escaleras...

Ron tenía una habitación cerrada bajo hechizos. Él le tenía terminantemente prohibido asomarse por allí, pero ahora, dadas las actuales condiciones, él no estaba en posición de prohibirle nada...

En vez de subir las escaleras, las evadió y se fue por el pasillo que la condujo hasta esa habitación.

Luego de deshacer los siete hechizos de hermetismo, logró abrir la puerta. Pero no iba a adentrarse todavía, eso sería estúpido. Seguramente la habitación tendría algún tipo de seguridad extra...

Entonces quiso conjurar un Patronus con el propósito de ingresarlo en la habitación y confirmar si era seguro para ella entrar. Pero le costaba...

Le costaba evocar un recuerdo que la hiciera sentir feliz. Los recuerdos felices que tenía guardados en la memoria estaban teñidos de sangre y nostalgia...

Pero de pronto, el recuerdo del licántropo vino involuntariamente a su memoria, también el de la mariposa de papel posandose sobre su naríz y la emoción y excitación que le producía investigar e ir tras el falsificador.

El Patronus que emergió de su varita no tenía una forma definida y su resplandor tampoco era el habitual. Era como una especie de estrella de luminiscencia roja, que ingresó en la habitación prohibida con un aura desafiante y camorrera...

Y como la castaña había sospechado. Los hechizos de seguridad se activaron para atrapar al intruso, pero al ser un Patronus, nada ocurrió.

El Patronus se desvaneció y ella con una sonrisa ladeada, soltó:

—Buen intento, Ron...

La castaña desactivó los hechizos de seguridad y los de ataque. Entendiendo que Ron se había confiado en que ella no lograría conseguir una varita, si él controlaba cada movimiento que

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