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El mensaje

En mi familia siempre se habia tenido el pensar de que si estaba en nuestras capacidades ayudar a quien lo requiera en el momento era la prioridad.

Ahora por ese pensar me había metido en un problema del que no sabía cómo salir. Uno de los chicos había tomado a Nakamura-san del brazo y a juzgar por su expresión le estaba doliendo bastante.

— ¡Ya basta! ¿¡Que no ves que le duele!?— Al oírme, el otro estaba acercándose a mi de manera altiva y amenazante.

— ¡Oye!— Ambos se detuvieron al escuchar a Matsuno.

No paso mucho tiempo para cuando los dos chicos que nos estaban molestando terminaron tirados en el suelo pidiendo clemencia.

— ¡Viene la policía!— Al escuchar eso todos los mirones salieron corriendo, Nakamura-San ya se habia ido y solo quedaban Matsuno y ese otro muchacho de cabello largo el cual no tardo en irse tampoco, dejando solo al rubio.

— ¿Tu te encuentras bien?— Ante la pregunta me quedé en completo silencio. Era la primera vez que me dirigía la palabra.— Te hice una pregunta.

— ¿Eh? ¡si! Lo siento, me quedé pensando.

— Deberías irte antes de que llegue la...— Sus palabras fueron interrumpidas por las luces de las sirenas que se encontraban a tan sólo unos metros de nosotros.

Los oficiales nos retuvieron adentro de la escuela a la espera de que llegarán nuestros padres.

— Maldita sea, esto me pasa por querer ayudar.— Matsuno sonaba molesto, lo entendía.

— Lo siento, de no haberte quedado por mi culpa no estarías aquí.

El parecía que iba a responderme pero la presencia de mi abuela interrumpió lo que sea que fuera a decir.

— ¡Yoshida Torida!— Al escuchar mi nombre me puse de pie. Estando cerca me dio un pellizcon.

— Puedes irte Yoshida.— Dijo la rectora.— Matsuno y compañía deberán esperar un poco más.

No tarde para salir de la oficina de la rectora junto con mi abuela, me quedé callada mientras escuchaba su reclamo y su larga charla sobre cómo estos problemas afectarían emocionalmente a mis padres y la manera en la que me perjudican para entrar a la universidad.

Cuando al inicio hable sobre la amabilidad y todo eso, no incluía a mis padres ni a mi abuela.

— ¡Me importa un demonio si estabas ayudando a una compañera, Torida!

— Esos dos nos estaban amenazando.

— De no haberte metido en el problema de esa niña no estarías metida ahora tu también.

No le seguí replicando, preferi quedarme callada y escuchar sus constantes regaños.

Tan pronto entramos al recinto vecindario en el que vivíamos pude ver nuestra casa, afuera habían trabajadores adornando todo el lugar con enormes cantidades de luces y cosas que a simple vista se ven innecesarias para cualquiera, pero para mis padres y sus amistades son lo más necesario del mundo.

La abuela me mandó a la habitación como "castigo". La pude escuchar advirtiendo sobre lo que pasaría cuando mis padres llegarán. Pero sabía que no pasaría nada ya que vivían tan metidos en sus trabajos que ni sabrían lo que pasó en la escuela.

Luego de cambiarme y ordenar mi habitación me senté en la ventana para mirar mi celular un rato, y paso algo que nunca pasaba.

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