Helaena lucía como una niña pequeña, con las rodillas en el borde de la ventana, mirando al grupo de dragones jugando en los cielos, Aemond la miraba desde la comodidad del sofá, sonriendo e imaginando cómo hubiera sido si él hubiera sido el hijo mayor, aquel que se hubiera casado con su hermana Helaena, disfrutando de la misma vista cada día de su vida.
Ella todavía lo trataba con frialdad, pero desde que Rhaenyra hizo que todos los criados de King's Landing regresaran a la capital en el mismo barco en el que llegaron, Helaena sentía que no era constantemente vigilada... y pudo volver a ser ella.
—Cuidado, Helaena —dijo Aemond con suavidad.
—Dreamfyre juega con Syrax —dijo, con los ojos muy abiertos mirando al cielo—. Mira.
El cuerpo de Aemond se tensó.
Helaena giró, él se aferraba a los costados del sofá.
—Ven, Aemond —volvió a decir, esta vez con una ligera sonrisa en los labios.
Después de mucho tiempo volvió a escuchar ese tono dulce de voz que le caracterizaba. Él se levantó, se dirigió a la ventana y se quedó un paso detrás de ella y asomó la vista al exterior, para quedar junto al rostro de Helaena.
—¿Sabías que Syrax y Caraxes se encargan de los huevos de nuestra hermana? —preguntó, asombrada.
—Era de esperarse, Helaena.
—¿Por qué?
—Rhaenyra y Daemon llevan años compartiendo una cama... se esperaría lo mismo de sus dragones.
—Yo jamás había escuchado algo así —respondió Helaena.
—Yo tampoco, pero el maestre mencionó algo así el otro día... sobre la conexión de los dragones con Rhaenyra y Daemon.
—Rhaenyra necesita charlar contigo —dijo ella, mirando al cielo—, dijo que era importante.
Aemond bajó la vista para acercarse a su cuello y oler su cabello.
Helaena sintió su cercanía y no lo evitó, dejó que se acercara. Aemond deslizó una mano por su cintura hasta rodearla completamente, atrayéndola hacia él, haciendo que sus cuerpos se tocaran.
—Aemond —dijo Helanea, nerviosa —. Tienes que hablar con Rhaenyra.
Él se detuvo, solo para recuperar la postura, tomar una bocanada de aire y hacer lo único que su hermana estaba pidiendo: hablar personalmente con Rhaenyra.
—Está bien.
—Habló conmigo esta mañana.
Aemond la miró con curiosidad.
—¿Qué te ha dicho?
—Tienes que hablar con ella —afirmó.
Aemond sonrió ligeramente, era evidente el cambio de actitud de Helaena hacía él, y comenzaba a sospechar que su hermana mayor tenía algo que ver con ello. Fue entonces que decidió visitar la mesa pintada, justo donde Rhaenyra gastaba su tiempo leyendo cuando Daemon se encargaba personalmente del cuidado de los dragones.
Cuando se acercó al gran salón, Rhaenyra sostenía a su pequeño hijo en brazos, sonreía y Aemond observó la escena un breve instante antes de interrumpir el momento que su hermana estaba teniendo con el menor de sus hijos:
—Helaena me ha dicho que deseas hablar conmigo.
Rhaenyra alzó la vista y sonrió al ver a su hermano ligeramente a la defensiva, ella se había acostumbrado a la actitud que tenían ante su presencia.
—Así es —después alzó los brazos con el bebé y se lo entregó a una de sus doncellas.
Se levantó y caminó hacia él.
Cuando Rhaenyra estuvo a unos pasos de Aemond, habló con una imponente voz:
—Salgan.
Aemond entonces decretó que necesitaba tener la misma presencia que su hermana.
Cuando estuvieron solos, ella tocó su hombro, solo para pedirle que se acomodara en una de las sillas situada frente a Rhaenyra, que había vuelto a sentarse frente a la chimenea.
Así lo hizo y espero un breve momento hasta que Rhaenyra comenzó a hablar:
—Imagino que Helaena te ha dicho que envié de vuelta a todos tus criados.
—Así es, princesa.
Rhaenyra miró de reojo a su hermano.
—Preferiría que me llamaras por mi nombre —dijo—. Después de todo, somos hermanos.
—Eres la heredera —recalcó Aemond.
—Soy tu hermana.
Aemond no respondió.
—¿Sabes por qué lo hice? —preguntó ella.
—¿Qué cosa?
—Enviarlos de vuelta.
—Supongo que no quieres que mi madre tenga información sobre tu estancia en Dragonstone...
—Tus criados...—intervino Rhaenyra— aprovecharán cualquier oportunidad para darle a tu madre algo de información, sobre ti, sobre Helaena, tus hijos.
Aemond alzó la mirada, tragó saliva.
—Los hijos de mi hermano.
—Sé que son tuyos, Aemond.
—Helaena...
—Te ofrezco una salida temporal, no me debes nada.
—¿Por qué? —preguntó él.
—Mis pecados no son diferentes de los tuyos, hermano.
Aemond sonrió, supuso que su hermana mejor que nadie lo entendía. Se levantó, no sin antes mostrarle lo más parecido a la gratitud:
—Serás una buena reina.
Rhaenyra sonrió.
Después de la conversación, Aemond recorrió los pasillos del castillo hasta encontrar a Helaena sentada en el pasto verde, situado en el exterior, ella miraba las mariposas y trataba de alcanzar una.
Pero él estaba tan cerca que las ahuyentó,
—Mira lo que has hecho, Aemond.
—Te amo... Helaena.
Se arrodilló para mirarla directamente a los ojos, rozando su mejilla con las yemas de los dedos, suavemente, hasta que llegó a la comisura de sus labios y los besó.
—No quiero que te alejes, no quiero que me trates como a un extraño, no quiero que... son mis hijos.
—No quiero que Aegon te haga daño —dijo ella.
—No lo hará.
—Promételo.
Y volvió a besarla.
Recorrieron los pasillos de Dragonstone hasta llegar a los aposentos de Aemond, en la torre más alta, donde tomados de la mano por todo el castillo, ningún lord ni criado se atrevió a juzgarlos o siquiera mirarlos con desaprobación, sino saludándolos con gentileza y llamándolos príncipes.
Aemond sonreía, al igual que Helaena.
Sonreían de verdad.
Cerró la puerta y los rayos del sol se filtraban a través de las ventanas cerradas, los ojos claros de Helaena se iluminaban, Aemond, antes de besarla, tomó su rostro con ambas manos y lo inspeccionó.
—Quedémonos, Aemond —dijo Helaena, tan inocente y sin darse cuenta de la responsabilidad que representaba su posición.
Se trataba de la esposa de su hermano.
Pero no quería arruinar aquel momento.
Así que asintió, besó su frente, su nariz y después sus labios.
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HOUSE OF THE DRAGON|| HELAENA & AEMOND|| WAIT FOR ME
FanficAemond hizo un juramento: proteger a Helaena.