Capitulo 2: Crisis

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Capítulo 2


-¡Aemond! ¿¡Aemond!? ¿¡Ni siquiera te acordaste que estamos casamos!? ¡Maldito imbécil, estuve lamentándote por 5 noches seguidas! ¡Aemond, despierta! ¿Aemond? ¿Amor? -Lucerys volteó a ver al archimaestre, olvidando sus modales exclamó-, ¿¡Ahora qué tiene!?

El anciano Ebrose revisó al príncipe de inmediato.

-Solo se desmayó, mi príncipe, recuerde que está padeciendo una pérdida de memoria selectiva, así que eso pudo sobrecargarlo.

-¿Se le derritió el cerebro o qué? -masculló Luke, hasta que recordó su escena anterior y se disculpó-, archimaestre, lamento haberlo gritado, este esposo mío me tiene muy angustiado.

Ebrose le sonrió, brindándole su comprensión.

-No hay de qué preocuparse, mi príncipe, él está físicamente estable, un verdadero milagro de los Siete -aseguró-, sus heridas sanan como es debido y, con respecto a sus recuerdos, usted puede ayudarlo.

-¿Yo? -Lucerys preguntó-, pero no tengo esos conocimientos, archimaestre.

El anciano ocultó una risa.

-No, mi príncipe, para curar el cuerpo se necesitan instrumentos y medicinas, pero para curar el alma, un ser amado a su lado siempre será de gran ayuda.

-Oh, ya entiendo -asintió feliz. Solo debería de revivir buenos momentos con Aemond, será sencillo.

-Hágalo con cautela, el príncipe Aemond aún seguirá propenso a estos desmayos si le entregas demasiada información -le recomendó a Lucerys.

-Lo haré archimaestre, muchas gracias -Lucerys agradeció el trabajo del mayor y este se despidió, dejando a la pareja de esposos solos.

Lucerys se paseó por toda la habitación sin despegar la mirada de Aemond.

Finalmente, se acercó y se sentó en la silla que estaba al lado de la cama. Sosteniendo la fría y áspera mano de su esposo, unas cuantas lágrimas se escaparon de sus ojos.

Desde que su padre, Daemon, le notificó que él y Aemond irían a luchar contra otra de esas casas rebeldes que no aceptaban a su madre como la Gobernante de los Siete Reinos, una mala espina crecía en su interior, pinchando sus pensamientos y soñando que la tragedia se aproximaba.

Por ello, casi se derrumba cuando Daemon le confesó el estado de Aemond.

Suegro y yerno debieron pelear en tierra. Usar sus dragones en un territorio donde abundaba la población sería un problema terrible ahora.

Esa situación ya se había dado en una disputa anterior, con otros rebeldes que estaban abundando en los últimos años. El pueblo se enfadó tanto que creció el rumor de que iban a ejecutar a los dragones si los Targaryen seguían quemando a su gente en cada lucha que tenían.

Así pues, por cuestiones sociales y políticas, decidieron guardar a las bestias si es que una batalla se desarrollaba muy cerca de los civiles ordinarios.

Debido a la tensión permanente por haber coronado a Rhaenyra, lo mejor era mantener contento al pueblo, y claro, sin perder el respeto que la casa profesaba tener.

Lucerys recordó que maldijo todo ese día, enfadado porque estaba seguro que con un golpe de Vhagar toda esa estúpida rebelión se detendría, pero no, esos rebeldes sabían donde pelear y fue su esposo quien pagó las consecuencias.

Transmigré y ahora soy el esposo del sobrino que asesinéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora