Capítulo 5: Accidente

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Solo para aclarar:

"Este diseño" es el narrador omnisciente que se encaja cuando los personajes están narrando.

Este diseño es el pensamiento de los personajes.


Capítulo 5


La vida en este mundo le resultaba demasiado tranquila.

En exceso tranquila.

Lo máximo de lo que se enteraba era de los conflictos que tenía Rhaenyra al intentar aplacar a las casas que no la reconocían como su reina, esto debido a la fama de la que se hizo cuando era princesa, la legitimidad de sus hijos y esas cosas.

O eso era lo que había entendido, no le prestó mucha atención a su madre cuando se lo explicó.

Estaba demasiado ocupado admirando a sus sobrinos.

Jaehaerys y Jaehaera.

La primera vez que los vió tomó las manos de ambos, preocupándose más por Jaehaerys.

10 dedos cada uno.

Luego, cuando una criada los ayudaba a ponerse zapatos, Aemond pudo contar los dedos de los pies.

10 dedos, también.

Y en definitiva, nunca había escuchado reír a Jaehaera de esa forma. Tan natural, como lo debería de hacer alguien de su edad.

Al parecer, Jacaerys le permitió tener hijos sanos a su hermana.

Ambos niños jugaban felices en el salón.

No se acostumbraba al nuevo mundo, más aún cuando recuerda su posición.

Pero al ver a Helaena tan feliz abrazando su vientre ya notable o a su mamá, jugando libremente con sus nietos, sin importarle ya su imagen pues se había librado de la política, su negrura parecía calmarse.

Incluso, entre charlas, supo que su hermano menor Daeron seguía en Antigua. Esto por decisión suya, pues su madre, aunque le insistió en que podía entrenar igual de bien en Desembarco del Rey, Daeron no la escuchó y se marchó. Todos los meses le enviaba cartas para no preocuparla.

De Aegon aún no sabía nada. Nadie lo sabía. Pero seguramente estaba bien.

A veces, solo a veces, estos escenarios lo hacían dudar de si estaba tomando una buena decisión al comenzar a mimar a Lucerys con el fin de lastimarlo.

Su familia está bien.

Nadie atenta contra ellos.

En este mundo, ellos no pelean por sobrevivir.

¿Entonces, por qué siempre sueña con su vida original?

Ya eran varias las noches que Lucerys le gritaba en plena madrugada, argumentando que lo despertaba pues lo escuchaba teniendo pesadillas.

Pesadillas no.
Recuerdos.

Recuerdos de su niñez.
Del bastardo a su lado sacando una daga y pasando el filo de esta a lo largo de su rostro.

De su estúpida sonrisa burlona en la cena, creyéndose superior solo porque estaba acompañado de su gente.

Lo odiaba.

Odiaba al Lucerys de su mundo y estaba feliz de haberlo asesinado. Incluso si fue un acto inmaduro que dio inicio a las tragedias, nunca podrá olvidar cuánto lo disfrutó en su momento.

Y ahora estaba este Lucerys, completamente enamorado de él, de quien estaba planeando vengarse.

Vengarse, a pesar de que no tenía recuerdos de él.

Transmigré y ahora soy el esposo del sobrino que asesinéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora