Capítulo 3: Lejano

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Capítulo 3 


La noche acabó y el sol volvió a salir, anunciando un nuevo día.

Aemond empiezo a moverse, palpando la figura que abrazaba, ya no con tanta dureza como en el inicio de la noche.

Frunció el ceño al no reconocer la forma del cuerpo, pero al tocar una cintura delgada, sus labios pronunciaron aquel nombre por inercia.

—Alys... —como un murmullo, que solo podría ser escuchado por alguien que haya estado a escasos centímetros de Aemond.

Abrió su ojo, topándose con el cabello castaño.

Ni siquiera recordó haber dicho el nombre de la amante que lo traicionó, así que simplemente empezó a quitar sus brazos del cuerpo de Lucerys.

Sin importarle si el menor se despertaba o no, se levantó ruidosamente y fue en busca del baño. Necesitaba bañarse y enfriar su cabeza.

Mientras, aún en cama, el cuerpo de Lucerys perdía calidez poco a poco. No se movía para nada, aún repitiendo mentalmente aquel nombre por el que Aemond lo llamó medio dormido.

Alys...

Él sabía que Aemond, antes de que empezaran esta relación, tuvo sus queveres con Alys Rivers.

Y en realidad, no fue nada que lo molestara, ni siquiera se le pasaba en mente, Aemond y ella habían cortado cualquier relación cuando Alys se enamoró de su actual esposo, un rico mercader que la llevaba a viajar por todo Essos.

Además, día y noche Aemond le demostraba cuán importante era para él. ¿Por qué debería de preocuparse por una ex amante?

Bueno, tal parece que sí debe hacerlo.

No iba a mentir, su corazón dolió como nunca al escuchar que el toque cariñoso mañanero no era para él, sino para el viejo recuerdo de la amante de su esposo.

¿Olvidas a tu esposo, pero recuerdas a tu antigua amante?

Lucerys rio con melancolía.

Que mala broma de los Dioses.

Se levantó con pesadez.

Al estar de pie, se percató del dolor que sentía en sus músculos superiores. Su hombro casi parecía querer desencajarse de su lugar y la incomodidad en su espalda lo hizo suspirar.

Caminó hasta estar frente al espejo para retirarse la ropa de cama y ver la razón del malestar, en lo que esperaba que el baño fuera desocupado.

Perdió el aire al notar el estado de ciertas zonas de su cuerpo.

Su cuerpo blanco contrastaba con las marcas rojizas y hasta algo oscuras que cubrían la mayor parte de sus hombros. Su espalda tenía las mismas marcas, de igual manera su cintura.

Se quedó en silencio, observando su cuerpo marcado, para después fijar su vista en la puerta entreabierta del baño.

Siempre me despertaba para decirme que me limpie primero.

O lo hacíamos juntos.

Ignorando las marcas de su cuerpo, Lucerys negó en silencio, volviendo a ponerse la ropa de cama.

Solo está sensible, no lo pienses mucho.

Iba a sentarse nuevamente en la cama, pero escuchó a su esposo llamarlo.

Transmigré y ahora soy el esposo del sobrino que asesinéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora