|Cap ₈|Partes que no debí ver.

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—Necesito dormir —me informa ___, con sus ojitos a punto de caer en sueño.

Y aquí estoy, en la entrada de su habitación porque gentilmente me ofrecí para subir a verla, puesto que no se molestó en presentarse a la comida "familiar". No la culpo, quizá no se se siente a gusto con la situación.

Ni si quiera deberíamos estar frente al contrario ahora mismo, mirándonos a los ojos.

Yo debería estar comiendo junto a los demás. No debería sentir este peso de preocupación por algo que hace o no hace ___. Si no come, está bien, ¿no? No se va a morir por saltarse una comida.

Pero la verdad es que soy un completo imbécil, porque lo único que he querido desde que bajé del avión; es verla. Estar aquí con la tonta excusa que debería bajar a comer, es una simple mentira, como casi todo lo que sale de mi boca.

Aunque, junto a eso, me inquieta recordar la hinchazón en sus párpados luego de haber estado con su novio.

—Ni si quiera es de noche, ___ —le respondo.

—Jungkook, tú no me puedes decir cuándo debo dormir.

—Vamos a comer en el restorán del hotel, me dijeron que viniera a buscarte.

Mentira, mentira.

—Comí en el avión —restriega las manos por su cara, frustrada.

—Yo también —paso por su lado y entro al cuarto, como si me hubiera invitado.

No me importa, no quiero dejarla sola. Y me gusta pensar que ella tampoco me dejaría solo si me hubiera visto como yo la vi a ella, a pesar de ser casi unos tontos desconocidos, cuya única relación es ser hijos de dos personas que se enamoraron.

Y entonces, entre bromas para sacarle una sonrisa aunque sea, ella se enfada. Pero me gusta, y no se me es posible explicar porqué me gusta tanto ver sus cejas torcidas.

Parece más linda de lo que siempre es.

—Quiero golpearte —dice, totalmente molesta luego de que tomara su móvil sin permiso.

¿Y no quieres besarme?

Le doy la vuelta a la cama y sonrío con diversión, escapando de ella, disfrutando la pequeña instancia en que me dedica aquel tierno enojo, donde sólo ella logra producir algo positivo a través de una sensación que debería ser negativa.

—Dámelo —pide, estirando su mano.

—Ven por él —muevo mis cejas.

—No.

—¿Entonces?

—Haz lo que quieras.

Pero me sorprendo cuando la pelinegra cae rendida sobre la cama en medio de nosotros. Visualizo con lentitud la manera en que sus cabellos se derrumbaron junto a ella, y al mismo tiempo me doy cuenta de la dificultosa prenda que lleva puesta.

Mi pecho comienza a acelerarse, la forma en que mis cejas se alzaron al presenciar sus muslos desnudos, fue casi inevitable. No obstante, cuando su... su... su vestido se levantó y mis ojos cayeron en la forma elevada, voluptuosa y redonda que posee su trasero, me quise matar.

Es por eso que cerré mis ojos al instante, sin saber qué hacer. Mi intención siempre fue venir a verla y hacerla sentir bien, pero nunca creí que llegaría a mirarla de esta forma.

Estoy sudando.

Nunca creí que mis sentidos se alarmaran así. Es como si mi conciencia hubiera tocado el botón grande y rojo que todos poseen y que nadie quiere tener, porque cuando lo apretamos, nada resulta bien.

Luminisencia | JJK [+21] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora