Abrí los ojos lentamente llevándome una sorpresa, no entendía dónde estaba ni como había llegado allí: me encontraba parada en medio de un pequeño prado repleto de flores de diversos colores que eran cubiertas por un cielo rojizo de nubes negras. No muy lejos, una joven muchacha de cabello carmín estaba sentada al borde de un risco mientras escribía algo en una especie de diario de tapa negra y gemas rojas.
—Es esa chica otra vez. —susurré percatándome de que se trataba de otro sueño.
Me acerque discretamente a ella para tratar de ver que plasmaba en ese cuaderno con tanta algarabía, no obstante, algo muy perturbador se llevó toda mi atención. A la lejanía podía ver una ciudad completamente destruida, repleta de llamas y de la cual solo salían gritos de piedad.
—Ya sé que estás ahí. —me asusté al escuchar a la chica hablar, pues pensé que de alguna muy loca manera me podía ver, sin embargo, tan solo estaba observando el desastre delante de ambas con curiosidad. —Razvan. —tan pronto como ella dijo su nombre con fastidio, el nombrado salió de entre el espeso bosque que quedaba a nuestras espaldas.
Ahora un nuevo personaje había entrado a escena: un hombre alto, esbelto, algo pálido, de largo cabello negro atado con un listón dorado que hacia juego con sus ojos de licántropo. Llevaba puesto un uniforme militar de color negro con detalles en oro, de cierta manera desprendía un aura bastante imponente.
—Mi preciada Amoret, es un gusto verte de nuevo. —saludó cálidamente el pelinegro sonriendo juguetonamente, a la vez que se quitaba su sombrero para reverenciarse ante la bruja.
—Así que ese es su nombre. —murmuré analizando la situación, memorizando cualquier cosa que pareciera relevante.
—Pensé haberte dicho que quería estar sola por un momento. —le reprocho la muchacha con fastidio.
—Vamos querida. ¿Desde cuando eres tan aburrida? —se burló el licántropo sentándose a su lado. —¿Acaso te estás arrepintiendo de tu obra de arte? —indagó señalando la ciudad que se reducía a cenizas ante nosotros.
—¿Arrepentirme? —susurró la bruja cerrando el diario entre sus manos, luego, una gran carcajada salió de sus labios. —¡Tú mejor que nadie sabes lo que esos malditos me hicieron! —gritó apretando los puños con mucha fuerza, al punto de que sus uñas lastimaron las palmas de sus manos provocando que sangraran. —¡Ellos me torturaron y me arrastraron como un cadáver por esas calles sin una pizca de remordimiento! ¡Sufrí por días como nunca lo había hecho! ¿¡Por qué me arrepentiría de hacerles esto!? —con cada palabra podía notar el gran odio que tenía guardado. —Ellos y Cirius me las van a pagar, cada partícula de ellos lo hará. —agregó finalmente entre dientes a la vez que una pequeña cantidad de sangre se acumulaba en sus ojos...¿Acaso iba a llorar?
—Amoret. —el hombre la llamo con tranquilidad, tomando sus manos delicadamente. —No te desquites contigo misma, eres demasiado linda como para hacer algo como eso. En cambio, sigue hacia delante cariño, hagamos que el mundo pague por el gran error que cometieron al hacerte daño. —dicho eso, beso el dorso de ambas manos antes de poner una al lado de su mejilla, provocando que la contraria arqueara una ceja.
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La Bruja de Sangre.
FantasyCastalia Ainsworth nunca se imaginó que en la celebración por su mayoría de edad la vida le terminaría regalándole un amargo destino lleno de desilusión.