Observé el reflejo de mi espejo perturbada, no podía comprender si la persona a la que veía realmente era yo. Mi cabello negro paso a ser carmín, un color tan brillante como el sol. Mis ojos se habían vuelto tan extraños, ya no había blanco o violeta en ellos, tan solo eran como un mar lleno de sangre y algas negras.
—¿En qué me he convertido? —susurré completamente abrumada.
Por más vueltas que le daba al asunto no podía comprenderlo, se suponía que este día sería feliz y disfrutaría con mis seres queridos el por fin haber llegado a la mayoría de edad, no obstante, aquí me tenías, encerrada en mi cuarto con una nueva apariencia y con los mayores enemigos del imperio atacándolo.
—Castalia. —salí de mis pensamientos y me giré rápidamente para ver a mi padre entrando a la habitación, en sus ojos se podía notar el cansancio y su gran preocupación.
—Al fin llegaste padre. —comenté aliviada de verlo a salvo, pues tan pronto llegamos a la mansión, debió partir hacia el centro de la capital y desenvolver su papel como capitán de la guardia publica para contrarrestar el ataque. —¿Todo salió bien? —
—Sí. Solo hubo algunos heridos. Ninguno de los nuestros murió. —contestó mi padre sacando un suspiro de alivio.
—Eso es genial. —afirmé con sinceridad y algo de alegría.
—Ahora, será mejor que tomes asiento. —sugirió señalándome el sofá, justo frente a este se encontraba la mesita de café y sobre ella dos tazas de té de tilo.
Una vez estuvimos sentados y con tazas en mano, se formó un silencio que parecía eterno. Podía ver como mi padre se planteaba una y otra vez las palabras que me iba a dirigir, algo que me hizo darme cuenta que el tema era difícil hasta para él.
—Tu madre era una bruja de sangre, tuvo que pasar por muchas cosas terribles para convertirse en una en contra de su voluntad, la poca que le quedaba le termino siendo arrebatada por Regulus, el antiguo gobernante de los Negavit. —empezó a narrar mi padre. —A pesar de que un principio no nos llevábamos bien, poco a poco nos enamoramos y terminamos casándonos. Tiempo después obtuvimos la noticia de que estábamos esperándote, rápidamente comenzamos a fantasear de la hermosa vida que te daríamos y la gran persona que en te convertirías, aún en el estómago de Chatris no parábamos de pensar y hacer todo para darte una vida digna. —tomo una gran bocanada de aire y la soltó antes de mirarme a los ojos. —Al menos así lo era hasta que naciste. —pasé saliva al escucharlo. Su tono al decirlo no era agresivo o con odio, más bien era melancólico.
—¿Y qué paso? —pregunté con cierto temor, sabía que lo que sea que saldría de su boca no me iba gustar, más necesitaba saberlo.
—Tú, quien ni siquiera habías visto el mundo y lo único que te transmitimos fue amor, naciste siendo una bruja de sangre. —confesó dejándome helada. —Tu madre sabía lo que eso significaba, la sola idea de que te quiten tu voluntad tal y como lo hicieron con ella por años le aterraba. Sabía que no podía destruir o transformar tu magia, más si almacenarla, para eso creo Gremel, con una tinta que solo es visible para tu especie escribió en él todo lo que podría serte útil y allí encerró tu poder. —se detuvo por unos segundos mientras apretaba la tela de su pantalón. —Unos días después de que encerramos el libro ella simplemente desapareció, la buscamos por todos lados sin obtener éxito, no dudo que esos malditos Negavits le hayan quitado la vida. —agregó con rabia dejando caer una lagrima sobre el dorso de su mano.
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La Bruja de Sangre.
FantasiCastalia Ainsworth nunca se imaginó que en la celebración por su mayoría de edad la vida le terminaría regalándole un amargo destino lleno de desilusión.