Los niños corrían por las calles con alegría, los adultos no paraban de chismosear en susurros mientras montaban sus puestos en el mercado o caminaban hacia el trabajo iluminados por los radiantes rayos del sol. Al parecer, Eternea había vuelto a la normalidad, pues las bellas decoraciones de la capital demostraban que sería un día especial.
Después de tantos meses de trabajo, finalmente el Imperio volvía a estar en paz. Todavía faltaba mucho por hacer, pero al menos ya la nación no se encontraba al borde del colapso.
—¿William? —el nombrado se giró para encontrarse a una niña muy conocida asomándose por la puerta. —¡William! —exclamó contenta entrando para abrazarlo.
—¡Calista! —la llamó el de ojos violetas abrazándola de vuelta. —Y Castalia, es un gusto verlas. —afirmó sonriendo.
—El gusto es de nosotras. —habló la bruja acercándose a él para abrazarlo. —¿Cómo te sientes? —le preguntó al separarse.
—Nervioso. —admitió el vampiro soltando un suspiro. —No puedo creer que el momento haya llegado. —
—Pues créelo, vas a ser emperador. —le afirmó la de pelo carmín riendo un poco.
El día llegó, el día en el que aquel majestuoso imperio recibiría un nuevo monarca: el erudito William Sallow. Todos estaban expectantes ante la nueva era que él traía entre manos, pues a pesar de ser inteligente en todo el sentido de la palabra, no tenía experiencia alguna cuando se trataba de dirigir más allá de las practicas que había tenido con Víctor. Debido a eso, por las calles era normal escuchar las opiniones cruzadas de los habitantes, algunos lo apoyaban ciegamente, mientras que otros ya deseaban su muerte.
—¡Y uno genial! —le animo Calista con emoción, sacándole una carcajada al mayor.
—Gracias por venir a visitarme. —dijo el vampiro con sinceridad.
En ese momento unas trompetas se escucharon a lo lejos anunciando que la ceremonia de coronación comenzaría pronto, lo cual provoco que William se tensara al instante, aunque rápidamente volvió a la calma cuando sintió como su mejor amiga colocaba una mano en su hombre en señal de apoyo.
—Vas a hacerlo de maravilla, yo sé que sí. —le susurró con calma la de pelo carmín, brindándole la confianza que necesitaba. —Por favor, Calista, escóltalo hasta la sala del trono, los alcanzare en un instante. —pidió amablemente.
—¿Por qué no vienes con nosotros? —preguntó la niña frunciendo el ceño con confusión.
—Nada, solo quiero descansar un poco antes de la ceremonia. —se excusó sonriendo ligeramente, convenciendo tanto a su mejor amigo como a su hermana, quienes rápidamente la dejaron sola.
—¿Por qué le mientes así? —Castalia escuchó esa pregunta a sus espaldas, obligándola a darse la vuelta tan solo para toparse con la portadora de aquella aura que percibió minutos atrás.
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La Bruja de Sangre.
FantasyCastalia Ainsworth nunca se imaginó que en la celebración por su mayoría de edad la vida le terminaría regalándole un amargo destino lleno de desilusión.