Parte 12

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—¡Derek!

Con la desesperación y la falta de aire ante la posición tan incómoda con la que Stiles quedó suspendido en el aire, no pudo ver donde estaba Derek, pero su primer reflejo fue guardar la navaja en el pantalón, sintiendo que allí había algo que olvidó por completo. La planta de acónito.

Su corazón dio un fuerte salto al percatarse de la presencia demasiado cercana del ermitaño, por lo que sacó la planta por el hueco que dejó Derek al intentar ayudarlo, sin embargo el sujeto se la quitó con facilidad y la aplastó sin que le ocurriera nada.

Ahora sí tuvo el atrevimiento de mirarlo mejor y confirmar que no era un tipo cualquiera, que incluso era buen mozo. No podría ser posible que un hombre así viviera en el pantano, porque llevaba una chaqueta negra de cuero y sus jean azules parecían nuevos. Solamente eran sus zapatos los que estaban sucios por el turbio suelo. Su barba estaba un poco larga pero prolija en fin. Entonces entendió que no se trataba de un hombre lobo, sino de un posible asesino serial que se creía uno.

—Lo siento —habló Stiles en forma de súplica, temiendo aún más por su vida—. Prometo que jamás volveré.

Pudo ver que el extraño hizo un movimiento rápido con el brazo y lo siguiente que pasó fue que su espalda chocó contra el suelo. No obstante, no fue para que pudiera escapar, porque lo cargó en su espalda como un costal de papas y se lo llevó hacia la cabaña.

—¿Qué piensas hacerme? —gritó entre la desesperación y el enojo, sacudiéndose para que le fuera difícil llevarlo, pero al supuesto ermitaño no le costaba para nada— ¡Que me dejes salir! ¡Suéltame!

El hombre no tardó mucho en llegar a su cabaña, y cuando ingresó por la puerta derribada, dejó a Stiles en el suelo después de asegurarse de atar bien la trampa.

—¡No hice nada malo! —gruñó el chico— ¡No puedes tenerme aquí! —decía apuntándole a través de la red, como si regañarlo tuviera resultado— Seguro ya deben estar buscándome porque Derek fue a avisarle a mi familia. Ya no tienes escapatoria.

El enojo de Stiles era demasiado como para prestarle atención al lugar que al fin y al cabo estaba todo muy oscuro por el crepúsculo. Pero no pudo pasar en alto el desastre que había sobre una mesa, llena de polvoriantas latas de cerveza y algunas lámparas rotas. Aunque ahora podría admitir que no apestaba tanto como afuera.

¿Acaso era perfume lo que olía?

Observó al sujeto de espaldas mientras escuchaba el sonido de papel, para que el perfume para hombre se conviertiera de pronto en el delicioso aroma del pollo rostizado

Sin embargo, hambre era lo que menos tenía. Apreció como el tipo se sentaba cerca suyo en una silla mientras sacaba una pata de pollo y empezaba a comerlo con la mano, mirándolo con expresión de hastío.

—No le diré a nadie, ¿ok? Solo déjame ir.

Entonces la idea de que era un asesino serial fue desvaneciéndose otra vez, porque la mano que sostenía la comida tenía garras, eran negras y puntiagudas. No cabía dudas de que con ellas había soltado la trampa con tanta facilidad.

—Escucha —murmuró ahora Stiles con voz calma pero con las manos temblando de terror—. Si me dejas ir, prometo que no volverás a verme jamás.

El hombre le dio otro mordisco a su pollo, masticando lentamente. Stiles tuvo la ligera impresión de que intentaba tentarlo con la comida.

—Bueno, al menos cocinas tu comida. Pero siendo sincero, últimamente estuve muy estresado. ¿Sabias que la carne de vaca estresada suele ser horrible? No creo que sea diferente conmigo. Además supongo que no debo saber bien. Así que yo no valgo la pena —notó que el sujeto elevó ambas cejas con curiosidad sin dejar de masticar.

—¡Oye! —exclamó Stiles exasperado— ¡Mis padres deben estar en camino! ¡Tienen armas!

Fue allí en donde logró llamar la atención del ermitaño, que dejó de comer y lo observó con fijeza.

—Sí, tienen muchas armas y van a cazarte. ¿Alguna vez viste un rifle para elefantes? —farfulló.

Despreocupado y relajado, el hombre se puso de pie y se acercó a la mesa para limpiarse las manos con unas servilletas de papel que venían con la comida que parecía haber comprado en el pueblo. Luego se dirigió al armario viejo del que Stiles no se había percatado y sacó un arma de él, mostrándoselo al muchacho, volviendo a elevar las cejas como si preguntara si hablaba de un rifle parecido.

Stiles entendió que estaba perdido y lo miró con tristeza, resignádose a morir. Pero después reparó que el sujeto expresó un ápice de piedad con los ojos, porque dejó el arma en su lugar y se dirigió a él un tanto dudoso, extendiendo la mano a la red, pareciendo querer liberarlo.

Decenas de ruidos del exterior se oyeron entonces; de aves, roedores, de animales que huían desesperados por sus vidas. Sólo tuvo que mirar había la puerta para darse cuenta de que la luna había salido.

Ya no habían dudas de que esa sí era una verdadera luna llena puesto que era el triple de grande que la de la noche anterior y estaba casi roja a causa del crepúsculo.

Inmediatamente comenzó a desesperarse y vio que el ermitaño miraba la luna con sus orbes muy abiertos, como hipnotizado, poniéndose de pie a continuación.

—Por favor —suplicó Stiles y el hombre lo volvió a mirar, ahora con gesto meditativo, para después dirigirse hacia afuera.

Stiles Stilinski supo que esa era su oportunidad, así que sacó la navaja de su bolsillo y comenzó a cortar la soga a toda velocidad. Un feroz rugido casi le provocó un paro cardíaco, siendo consciente de que era el ermitaño quien lo emitía. Sonaba como si diez gorilas estuvieran luchando a muerte, era el sonido más terrorífico que oyó en su vida.

Haciéndose daño en el proceso, consiguió liberarse de la trampa, perdiendo su navaja en el acto, pero era libre y no dudó en romper la ventana con lo primero que encontró, saliendo dificultosamente por el estrecho agujero y huir por su vida.

No mucho después, habiendo oído el monstruoso e incesante rugido, notó que se había transformado en un aullidos más natural, pero, en efecto, de lobo.

Cerca del pantano | Sterek Short |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora