Parte 16

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—¡Salvaje! —Stiles caminaba cerca del pantano, aferrándose a su bate y queriendo golpearse con él por no haber traído una linterna, pero el apuro le impidió encargarse de ello, por lo que debía conformarse con lo que la luna llena le ofrecía— ¡Derek! 

El repentino correteo de roedores a sus espaldas le hizo dar un salto de sorpresa, dando unos batazos a la nada, jadeando por falta de aire.

—Voy a morir esta noche —susurró con voz trémula, apretando el bate con sus manos—. ¡Mierda! —se exaltó cuando un conjunto de murciélagos pasaron de un lado a otro más allá de los tenebrosos árboles, que junto a la enorme luna llena, daba la sensación de que estaba en una película de terror.

Siguió caminando un largo tramo, sin rumbo fijo, sin saber en qué dirección debía ir.

—¡Si me escuchas, grita, Derek! —trataba de ajustar la vista hacia donde se oía el mínimo sonido, pero su amigo no aparecía— ¡Salvaje, ven aquí, amigo!

Luego de un rato, Stilinski decidió regresar por donde llegó, y apenas dar media vuelta, un animal enorme y monstruoso lo estaba observando a pocos metros suyo. El aire se le escapó de los pulmones, pero no dudó ningún segundo en correr en dirección contraria, escuchando que el monstruo comenzó a seguirle en el acto.

Pudo ver que pasó de largo la pequeña cabaña del ermitaño, lo cual tuvo que descartar sobre la marcha que sería un buen escondite ya que sería meterse a la boca del lobo, casi literalmente.

En un momento dado, después de perder su bate en la huida, un ruido sordo frenó el viaje de sopetón, pues se dio cuenta de que el hombre lobo cayó en su propia trampa.

—La red —dijo en voz baja, encaminándose a pasos lentos hacia la trampa, que se sacudía bruscamente, lleno hojas secas y musgos—. ¿Dónde tienes a mi amigo? —le gritó, entre el terror de que lograse escapar, y la emoción porque quedó atrapado.

—Te tengo.

Una voz que nunca había escuchado le hizo dar un respingo, al tiempo que su corazón martillaba en su pecho en cuanto vio al ermitaño acercándose a él con lentitud. Estaba descalzo, tenía unos sucios pantalones de chandal gris y una camisa blanca  manchara de lodo y pasto.

Stiles retrocedió aterrorizado, resbalando un par de veces hasta que el hombre le tomó de los brazos, examinándolo detenidamente.

—¿Estás bien? ¿Te hizo daño? —le espetó con legítima preocupación.

Al chico se le quedaron las palabras en la garganta porque estaba asustado y confundido, y aquella cercanía, lejos de ser peligrosa, se le hacía familiar. Y pese a que no debía pensar en cosas como que el ermitaño era atractivo, no podía pasarlo por alto. Seguía siendo una amenaza.

Tras asegurarse de que el chico estaba, no más que simplemente asustado, volvió a prestarle atención a la trampa, y su expresión se hizo victoriosa. Se separó de Stiles y se acercó a la red.

—T-Tú... —tartajeó siguiéndolo— Tú no eres el hombre lobo.

El ermitaño lo miró e hizo un movimiento de ceja que no expresaba nada en particular.

—No volverás a lastimar a nadie jamás —le habló al bulto entre las hojas, que dejó de sacudirse al escuchar su voz. Entonces el sujeto se mostró sorprendido de repente antes de exclamar—: ¡Corre, Stiles!

Al igual que él ermitaño, entendió que no era el hombre lobo el que estaba en la trampa, y antes de echarse a correr, divisó a la bestia salir de entre las sombras, lanzándose sobre el ermitaño.

—¡Pueblo de mierda! —gritaba Stiles sin dejar de correr a todo lo que sus cansadas piernas daban, cuando el verdadero hombre lobo apareció frente a él, para empujarlo contra el suelo mediante rugía diabólicamente.

Se arrastró torpemente por el suelo para huir del monstruo, viendo la vida que le faltaba por vivir frente a sus ojos, dando por hecho que estaba completamente perdido.

La bestia gruñía de manera que nunca había oído, siguiendo sus movimientos, a punto de atacar. Sin embargo, la enorme luna llena comenzó a cambiar.

Cuando alzó la vista, Stiles admiró por primera vez lo que su padre tanto había esperado; el eclipse de luna. Regresó a ver al hombre lobo y éste empezó a chillar y gruñir de dolor mientras se agarraba la cabeza y caía de rodillas.

El eclipse de luna debía hacerle algún daño, o posiblemente perder sus poderes.

Se puso rápidamente de pie para poder aprovechar y escapar que estaba sufriendo. No obstante, los gruñidos viscerales y quejidos sobrenaturales se tornaron en lamentos humanos. Entonces se detuvo a observarlo, llevándose la gran sorpresa de que era su amigo.

Era un chico desnudo y sucio, con garras en las manos como había visto en el ermitaño, reconociendo de inmediato el cabello azabache de su amigo, quien levantó la vista y sus ojos estaban brillando de un color azul, sus cejas eran pronunciadas y bello facial, con unos enormes colmillos sobresalientes de su boca.

—¡Aléjate, Stiles! —exclamó el muchacho, extendiendo la mano hacia su amigo.

—¡Oh, por Dios, Derek! —se lamentó Stiles, dando unos pasos hacia adelante.

—¡Corre! —Derek se retorcía de dolor.

—Tú eres el hombre lobo —el chico se inclinó ante Derek e intentó posar la mano sobre su cabello, disipando todo el temor que estaba sintiendo.

—No quiero lastimarte, Stiles —refunfuñó—. Pero no puedo controlarme. Tienes que volver a casa.

—No puedo dejarte aquí solo. Debe haber algún modo de ayudarte.

—¡No! —su voz se comenzó a oír menor humana entretanto sufría— ¡Vete, por favor!

Stiles se hizo hacia atrás cuando escuchó con claridad como los huesos del chico parecían quebrarse, y la voz humana desaparecía paulatinamente entre llantos y quejidos. Al ver que el eclipse acababa, entendió que debía huir otra vez, pero no lo hizo. Se quedó estático hasta que el monstruo que antes era Derek, lo veía con ojos asesinos.

Desafortunadamente no tuvo tiempo, ni de escapar, ni de decir nada, porque Derek le tomó de los brazos antes de alzarle en los aires y rugirle en la cara, abriendo luego sus fauces, preparado para comérselo.

Su única esperanza era la mismísima muerte, que de lo aterrado que estaba, su corazón se detuviera y morir antes de ser devorado, pero Salvaje comenzó a ladrar, reparando que había cerrado los ojos con todas sus fuerzas. Lo siguiente fue que cayó sobre al suelo con todo el peso de su cuerpo.

Hubo un fuerte forcejeo entre su perro y Derek, que Stiles no pudo reaccionar mientras se debatía entre salir corriendo o meterse entre medio de los dos, porque estaban en una verdadera lucha.

Salvaje era más fuerte de lo que parecía, enfrentaba al hombre lobo sin temor y lo atropellaba sin dudarlo, hasta que Derek le dio un zarpazo que fácilmente pudo desgarrar su lomo, haciéndole llorar de dolor.

Decidido y sin perder un segundo más, Derek trastabilló hacia Stiles, abriendo los brazos como un oso, pero el mal herido Salvaje le saltó encima, haciéndole perder el equilibrio y caer rodando hacia el ojo del pantano, terminando en las arenas movedizas.

—¡Derek! —Stiles exclamó, viéndolo hundirse lentamente, rugiendo agónico al tiempo que luchaba por zafarse de la trampa mortal.

Se quedó observando como poco a poco su amigo moría sofocado, maldecía no haber bajado a ayudarlo, y al mismo tiempo, sabiendo que correría con la misma suerte si caía también.

Comprendió entonces, cuando el silencio se apoderó del pantano, que ese ya no era Derek. Que estaba a punto de comérselo vivo y que ya ni siquiera lo reconocía.

Cerca del pantano | Sterek Short |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora