Cinco

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Tomé mi mochila y corrí, atravesando los pasillos, recogiendo mis pasos hasta la entrada, las paredes blancas desaparecían detrás de mí; cuando atravesé el portón de la entrada, alguien me tomó del brazo, no recuerdo haber gritado tan fuerte en mi vida, estaba alterada, estaba deshecha, mis pulmones quemaban por el aire húmedo que habia estado respirando.

- Oye, cálmate, ¿te pasó algo? – escuché. Me calmé, al fin una voz conocida, una voz… viva. No tenía idea de cómo explicaría los eventos pasados de forma que no me creyerán loca, la DAMJM estaba como siempre, los alumnos entraban y salían, en el portón estaban los de logística, había carros aparcados, todo estaba normal, no podía creer que el sol brillara de la forma en la que lo hacía, quemaba la piel con mucha intensidad, parecía de hecho, el clima tabasqueño. De alguna manera eso me reconfortó, me sentí en mi mundo otra vez, mi compañero del salón me miraba como esperando una respuesta que claramente no obtendría de mi, solo caminé lentamente en su compañía hasta en salón de clases fingiendo que nada había pasado, eran de hecho las ocho siete de la mañana.

Las clases transcurrieron de forma ordinaria, por un momento olvidé los extraños sucesos y como el tiempo se había doblado de una forma inexplicable que me habia regresado a la primera hora del día. Después de clases regresé a Villahermosa sintiéndome más protegida, después de casi dos horas de viaje de regreso, entre el transporte foráneo y el de la ciudad hasta mi casa, regresé directamente a marcar números teléfonicos que de hecho no quería marcar para comprobar lo que había vivido, pero debía hacerlo, era una petición de mi amigo, tal vez su último deseo. Tomé el teléfono con fuerza cuando una voz femenina me contestó al otro lado de la línea, era una voz suave y conocida, pero ahora parecía triste y apagada.

- Bueno, sra Leidi – dije con pena – soy yo, Beatriz. Apenas pude decir eso cuando escuché a la señora llorar desconsoladamente al otro lado de la línea. Yo también solté un pequeño sollozo, uno más de dolor de un luto que no pude dar en el momento correcto – no va a creer lo que le tengo que decir, ¿es posible verle mañana? – mi voz sonaba nerviosa y con un volumen muy bajo, como esperando que el volumen no lastimara los tímpanos de la mujer con la que sostenía un monológo más que una conversación. Aunque mi intento parecía ridículo porque más que a pesar de que la inteción era muy noble, el resultado seguiría siendo igual de doloroso para la otra persona - Quiero verlo – solté como una bomba. El silencio en la línea telefónica me hizo pensar que la señora Leidi había entendido mi petición y estaba buscando la respuesta más adecuada para continuar con la llamada teléfonica.

Los segundos en espera se sintieron como horas, me detuve a ver por la gran ventana en la sala de mi casa, ahora el cálido anaranjado rojizo de la luz se filtraba de poco a poco entre la delicada tela de la cortina beige que se supone debería evitar que la luz solar entre directamente. La puesta de sol estaba cerca y con ella el recuento mental de todos los eventos sucitados, entonces, la mujer de no más allá de cincuenta y cinco años finalmente habló.

- Claro que sí, le habría gustado verte – todo era tan gris, tan triste, tan vacío pero su respuesta positiva fue reconfortante de alguna manera. No es como si esperase una eufórica respuesta que de hecho no iba con la situación. Consideré prudente esperar a la siguiente mañana para explicar abiertamente todo lo que había visto y escuchado, de esta manera podría preparar mejor mis palabras y cuidar cada detalle de la historia – nos vemos mañana – dijo sin más y terminó la llamada. Era claro que no había más que decir.

Animabus Purgatorii Donde viven las historias. Descúbrelo ahora