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Ramiro

Escuché los gritos de Mauro adentrarse en el baño y me apresuré a limpiar la sangre con un pañuelo de papel, para después acomodarme la camisa. Arrollé el papel en el fondo del bolsillo de mi pantalón.

Mi amigo golpeó la puerta con fuerza. Qué policía este pibe, no se imaginan lo insoportable que es a veces.

—Fontes, ¿estás acá?

—Sí —traté de sonar normal.

Tiré la cadena para disimular y salí como si no hubiera escuchado a mis amigos secreteando detrás de la puerta. Simulé cerrarme la bragueta, ignorando la presencia de ellos dos.

—¿Qué estabas haciendo? —me interrogó Mauro.

—¿Qué voy a estar haciendo? —bromeé, rogando que parara con su interrogatorio.

—Dale, estúpido —se acercó preocupado—. ¿Estás otra vez con eso?

—¿Qué decís? —retrocedí—. Ya te dije que ya fue eso, cortala.

—¿Seguro? —insistió.

—Sí, Mauro, dejate de joder.

—Bueno, perdón.

—Parecés mi vieja.

Mentira, ni a ella le importa tanto.

—Nos preocupa que sigas haciendo eso, además estás raro.

Desde que Mauro cayó a casa de sorpresa, entró a mi cuarto y me encontró con una remera que dejaba mis brazos descubiertos, no paró de molestarme. Luego se sumó Angel, y les dije mil veces que fue algo del momento, que ya no lo hacía más.

Miré a Angel, que estaba parado en la puerta, en silencio, y sentí cómo analizaba cada uno de mis movimientos. Me incomodaba.

—Pero no lo hago más, en serio.

Mis ojos iban de uno a otro, tratando de verificar que me creían.

—Bueno, mejor —aflojó—. Sabés que podés contar con nosotros.

      Durante todo el verano me asfixiaron con el tema. No me gusta que me tengan lástima y me traten diferente solo por eso. Yo me las puedo arreglar solo, no necesito que estén molestándome permanentemente.

Asentí, haciéndome el desentendido. Me lavé las manos en silencio y podía sentir sus miradas a través del espejo. Fingí que estaba todo bien, es lo que mejor me sale. Fingir.

     Había discutido con mi padre muy temprano, y necesitaba sacar por algún lado la mezcla de emociones que tenía. ¿Hace falta que dé explicaciones? Porque ya les digo, odio dar explicaciones. Pero a ustedes creo que les puedo contar. La verdad, empecé con las autolesiones el año pasado, y actualmente es algo de casi todos los días. Es la única forma de liberar todo lo que retengo, pero cada vez se siente menos efectiva. Y no me gusta que se preocupen por mí, no me gusta que me miren con esa cara de compasión, de lástima. Por eso normalmente soy el alma de la fiesta, es la mejor forma de desviar la atención. Aunque todo me esté desbordando me van a ver alegre, riendo a carcajadas. La cosa es que ese teatro me está saliendo muy mal últimamente.

Carraspeé la garganta y volteé a verlos.

—Bueno, vamos a la charla, dale —apuró Mauro.

Golpeó mi brazo y cerré los ojos del dolor. Traté de disimular cuando Angel me clavó la mirada, pero no dijo nada.

Caminando por el pasillo me perdí un poco en mis pensamientos, cosa que últimamente me pasa muy seguido. La verdad, no me gusta que Mauro se meta tanto en mi vida. Me saca que estén arriba mío como si fuera un niño chico. Además es problema mío. Y bueno, sí... me preocupa que me descubra.

Pulseras AmarillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora