Leonardo
No, no, no. Más pánico que nunca. Mr. Músculo no te pongas preguntón...
—Sí, obvio —disimulé el PÁNICO.
—¿Hace cuánto tocás la guitarra?
Ah, era eso. Qué susto, muchacho.
—Casi siete años —respondí orgulloso.
—¿Siete años? Qué lindo —dijo con más entusiasmo que yo.
¿Por qué se emociona tanto cuando se trata de guitarras? Una cara de feliz cumpleaños... Igual lo entiendo, eh, yo soy de esos también.
—Sí, desde muy chico pedía una guitarra.
—Yo también —su voz no sonó tan alegre esta vez.
—¿Vos tenés una?
Antes de que respondiera se le tiró encima la chica que anda todo el tiempo pegada a él. Siempre algo interrumpe cuando le hago una pregunta.
—Ay, Rami, ¿estás bien?
Ella sostenía su rostro y lo miraba con preocupación. Ramiro me miró y luego respondió.
—Estoy bien, ¿qué pasa?
—Es que una amiga me dijo que estabas metido en una pelea, ¿te hicieron algo?
—No, no, nada que ver, estoy bien. Solo separé a Mauro de otro pibe.
—Te juro que me re asusté, tarado.
Rodeó con sus brazos el cuello de Mr. Músculo y él se quedó tenso, ni siquiera la tocó. Che, un poco rara la pareja esta...
Hasta yo sentí incomodidad así que volví a mi salón, asumiendo que otra vez me quedaría sin respuesta de su parte. Es misterioso o se hace, no sé todavía. Señor Misterio, ¿qué les parece? Lo que sí tengo bastante claro es que no es ningún altanero, creído o como dice Carlos: cheto. Aunque a veces no responda es un chico amable... El Sin Respuestas, ¿eh? Bueno, no más apodos.
Me recosté en mi silla y cerré los ojos, estaba pensando en la actitud de mi compañero con Ramiro, y no era justo, le sacó de encima a Mauro y aún así le habló mal. Si Señor Misterio hablaba con su amigo, yo tenía que hablar con Carlos. Además quiero demostrarle que él no es como su hermano, porque tratarlo así sin conocerlo no está bueno. Bueno, no es como que yo lo conozca mucho, pero las veces que hemos coincidido me ha dado a entender que no es ese tipo de persona. Suena raro, pero lo quiero conocer, quiero RESPUESTAS.
Mauro y Carlos no volvieron a clase en ningún momento, a este último le dejé varios mensajes pero no recibí respuesta, me pasa seguido, che, bastante seguido. La única asignatura que disfruté fue filosofía, el resto del día fue un total infierno. Igual, no me puedo quejar, me la pasé divagando en mi mente y creando diferentes teorías de lo que pudo haber pasado con Carlos y Mauro. A la salida, Lourdes notó mi preocupación y me invitó a caminar por la rambla para distraerme un poco, sin dudas lo necesitaba. Se despidió rápidamente de su grupo de amigos y salimos.
El sol desaparecía en el horizonte y nosotros caminábamos sin un lugar de destino en concreto. Luego de un rato, Lourdes tomó mi mano y me arrastró por unas escaleras que bajaban a la arena. Traté de zafarme cuando vi que pretendía seguir caminando.
—¡Dale, vamos!
—No, las botas se me llenan de arena.
Rodó los ojos, se descalzó y me miró esperando que haga lo mismo. El viento fresco que traía la noche le alborotaba su pelo negro y lacio, parecía una loca. Sonreí. Bueno, sí, me convenció. Me descalcé y me saqué las medias como pude, tratando de no caerme de cara. Costó, pero lo logré, aunque mi amiga tuvo que agarrarme más de una vez.
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Pulseras Amarillas
RomanceEn la serenidad de Piriápolis y sus vívidos atardeceres que desembocan en la rambla, nace un romance entre un futuro músico y el hijo de un empresario bastante conservador. Una historia llena de amor, secretos y valentía, que brinda por esa rebeldía...