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Decir que la fama llego a mi vida de forma inesperada es una gran mentira

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Decir que la fama llego a mi vida de forma inesperada es una gran mentira.

A mi madre se le ocurrió la gran idea de inscribirme en un concurso de talentos. Yo, un adolescente de dieciséis años con el único talento de dormir hasta las doce del mediodía, estaría en un concurso de canto.

Ridículo, pero necesario.

Al principio me negué, aunque mi progenitora insistía en recalcar lo dulce de mi voz sabía que sería el hazmerreír del programa. Decidí hacerlo una noche en la que Kailani no dejaba de llorar y Kenia solo se quejaba por «el rugido de su pancita».

Las probabilidades de ganar eran demasiado bajas, pero no perdería nada al intentarlo. Ya nuestra situación económica estaba del asco, culpa de mi padre, el hijo de puta sin compasión que nos dejó a nuestra suerte.

Killa Moss merecía el cielo, trabajaba día y noche para sacarnos adelante. Las múltiples horas extras que realizaba eran necesarias, sin embargo, no eran suficientes para evitar alimentarnos a medias. Es triste recordar como la mayor parte del tiempo vivíamos de la bondad de Tara y de la "ayuda" que nos proporcionaba la familia de mi madre, una jodida mierda teniendo en cuenta el sinfín de comentarios que debía soportar.

«Toma, pero no te acostumbres» «Killa lo lamento tanto, pero no voy a dejar de darles a mis hijos por ayudarte»

Gané el concurso.

Resulto que yo no era tan mal cantante, que esforzarme el doble funcionó en un setenta por ciento y ganarme a la audiencia en un treinta. Aprendí a componer, a tocar guitarra, piano y batería. Varios idiotas quisieron desprestigiar mi victoria con acusaciones falsas como comprar al jurado.

Imbéciles.

Mi celular suena alejándome de mis pensamientos. Observo el reloj notando que tengo alrededor de una hora en la bañera.

Asistente social:

Señor Moss, me encuentro en su oficina.

¿Qué?

Me coloco un short y salgo rápidamente de la habitación. Bajo las escaleras de dos en dos y en el camino veo a Bautista con una taza de café.

— ¿Por qué no me avisaron de su llegada? — Pregunto

Me mira confundido — Señor, dijo que usted la esperaba.

Es extraño.

Suspiro — La próxima vez no importa que diga, la anuncias antes de hacerla pasar.

Solo es la guardiana de mis hermanas, no tiene derecho a irrumpir con mentiras en mi casa. Retiro la taza de sus manos para llevársela. Al entrar en la oficina su perfume golpea mis fosas nasales.

— Buenos días señor Moss — Agita su cabello.

Se encuentra sentada en mi escritorio con las piernas cruzadas. No entiendo su visita, el disfraz de abogada al parecer lo dejó en el fondo de su armario, y vaya que me sorprende. El vestido ceñido me da una buena vista de sus pechos.

La Chica de Ojos OscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora