Advertencias: Contenido sexual explícito, probablemente asfixia, rough sex, dirty words y voyeurismo.
Voyeurismo: Es un trastorno mental en el que el individuo siente placer de observar, muchas veces a escondidas, a personas desnudas, que exhiben sus genitales, o que están realizando alguna actividad sexual.
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El bufón real se alejó por un momento de los Targaryen. Necesitaba pensar cuál sería su siguiente movimiento, a él le gustaban los rumores, se alimentaba de ellos, pero también quería conservar su cabeza y lengua.
De repente, Champiñón observó como el príncipe Aegon se escabulle de los brazos de su madre y se dirige con una botella de vino en la mano hacia un lugar que el enano desconoce. El bufón decide seguirlo con pasos algo lentos, pero sin perderlo de vista. El Omega se detiene y entra al salón real, en dónde se encuentra el Trono de Hierro. Es allí, cuando Champiñón huele un extraño olor, que no proviene de él, sino de Aegon.
Y una sonrisa maliciosa se hace presente en su rostro. El Omega mimado había entrado en celo, era su oportunidad perfecta para aprovecharse de aquel chico. Champiñón sabía que era una persona desagradable, pero no tanto como Aegon.
Pero antes de que pudiera hacer o decir algo, el príncipe Aegon murmuró un nombre que lo dejó con las palabras en la boca.
–Alfa... Jacaerys – Había gemido, pero no era un gemido cualquiera, era un llamado de un Omega en busca de su alfa. Oh no, el enano debía salir de allí en cuánto antes, pero las ganas de mirar lo que podría suceder a continuación eran más fuertes.
Fue demasiado paciente, pero el bastardo de Rhaenyra no hacía acto de presencia. El Omega no contuvo más sus lágrimas y dejó que estas recorrieran por sus mejillas. El bufón y Omega estaban tan perdidos en sus pensamientos que no sintieron la presencia del Alfa. Hasta que este soltó un leve gruñido.
Champiñón observó como el Omega giró sobre sus talones, para encarar al joven alfa. Pero no dijo nada, las lágrimas no le permitían hablar. Jacaerys con algo de inseguridad, se dirigió hasta su tío. Ambos podían sentir sus respiraciones mezclarse.
–¿Qué ha pasado, tío? – Champiñón podía oír la preocupación en la voz del alfa. Ahora todo era tan claro para el bufón. Jacaerys era el alfa de Aegon, su persona destinada. El enano se escondió mejor entre las sombras, aprovechando que lo único que iluminaba a los dos príncipes eran unas cuantas velas.
Lo siguiente que sucedió, dejó atónito al bufón.
"–No puedo, Jacaerys. – Aegon sollozó, las lágrimas continuaban cayendo por sus mejillas, Jacaerys observó atentamente al mayor. Aegon era, simplemente, hermoso. Lo único que iluminaba su rostro eran las velas, pero Jacaerys podía seguir apreciandolo. El alfa llegó a una conclusión: Aunque Aegon llorara, seguía siendo bello.
–¿A qué te refieres, Egg? – Jacaerys se había referido a su tío con un antiguo apodo. El alfa sabía que no debía estar ahí, Aegon había entrado en celo, pero su aroma era hipnotizante, olía a vino, el favorito de su tío o eso podía suponer. Por un momento, mandó todo al diablo, por esa noche, fingiría que todo estaba bien entre su familia y se concentraría en el hermoso Omega frente a él.
–No puedo sentarme en ese trono, no lo quiero.
Para ese entonces, Aegon había dejado de llorar, pero aún no se alejaba del alfa.
–No tienes que. Si no quieres, no lo hagas, Egg. –Jacaerys atrajo a su tío hacia él. Rodeándolo con sus brazos en un cálido abrazo. Aegon se negó en un principio, pensó en su esposo, no quería que su hermano se enterara de que estuvo con el bastardo de su media hermana. Pero necesitaba tanto a su sobrino. Y en su mente, el recuerdo de la conversación que tuvo con Aemond llegó a él. Podía acostarse con quién quisiera, así como también podía abrazar a cualquiera. Se dejó hacer entre los fuertes brazos de Jacaerys y se perdió en su aroma.
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El karma siempre llega | Jaegon (Jacaegon)
Fiksi PenggemarAegon debió suponer que burlarse de la legitimidad de sus sobrinos le atraería algún tipo de karma. Él expandió esos rumores, se burló y sin darse cuenta, él y su hijo terminaron siendo juzgados, de la misma manera en la que él juzgó a los Velaryon...