Causas superiores (SuperCorp)

Capítulo 9: En el saber

La sala de situación de la Casa Blanca estaba abarrotada de gente y hacía calor a pesar de estar climatizada, y allí Lena estaba encajada entre un almirante y un general de tres estrellas mientras el Presidente era informado de las últimas actividades de cierto dictador asiático que se estaba haciendo demasiado grande para sus pantalones. Mientras se arreglaba la blusa blanca por tercera vez, ya que la habían traído aquí nada más aterrizar en suelo americano, se encontró deseando que le hubieran dado tiempo para ducharse y cambiarse.

"En conclusión, Sr. Presidente, su última prueba de misiles, si los informes son correctos, representa un enorme salto en su tecnología, pudiendo alcanzar fácilmente la costa oeste de los Estados Unidos continentales", concluyó su presentación el director de la CIA, Holmes, un hombre de unos sesenta años con el pelo canoso.

Miró alrededor de la sala y estudió a cada una de las personas que se encontraban alrededor de la mesa, hombres de traje y uniformes para la mayoría y ella, bueno, había otra mujer en la sala pero intentaba no mirarla ni hacerse notar por ella si era humanamente posible.

"¿Cómo ha ocurrido esto?" Preguntó el presidente Jones mientras Alex Danvers rondaba detrás de él con su siempre presente tableta en la mano. Alex Danvers, cuya hermana, salía ahora en secreto y luchó por un segundo para mantener su mente en la tarea que tenía entre manos.

"Sospechamos que podrían haber sido los chinos o los rusos", concluyó el director de la CIA, o como Kara le había llamado traje de la CIA, y ella negó con la cabeza por impulso.

"¿No estás de acuerdo con la apreciación del Director, Lena?", preguntó el Presidente y la miró con una expresión seria en el rostro y las cejas arrugadas.

"Los chinos no alterarían tanto el equilibrio de poder en la región y los rusos apenas pueden hacer volar sus propios cohetes ahora mismo", dijo ella mirando alrededor de la mesa.

"¿Y cómo sabe eso, señora secretaria?", preguntó el director de la CIA, claramente molesto y probablemente sospechando que le ocultaba información, y ella se limitó a encogerse de hombros.

"Tuve una agradable charla con mi homólogo chino en Ginebra y nuestro amigo dictador podría haber salido en ellas", explicó y levantó la mano antes de que él pudiera protestar.

"Y antes de que empieces con lo que vas a decir, déjame decirte que no he tenido tiempo de informar a la CIA, ya que me han metido en un avión en Roma y acabo de aterrizar literalmente antes de que me trajeran a esta acogedora habitación", añadió y sonrió al trajeado de la CIA, que se echó atrás.

"De acuerdo, si no son los chinos, ¿por qué no los rusos? Dijiste que sus cohetes no estaban listos, pero eso podría haber cambiado, ¿correcto?" preguntó el presidente Jones y volvió a mirarla.

"No les interesa, señor, están centrados en Europa del Este y por lo que el director Holmes acaba de decirnos sobre esta tecnología, no está al nivel de los rusos, todavía", explicó de nuevo su lógica y miró alrededor de la sala.

"Bueno, ya que parece ser la mejor informada de todos nosotros, ¿por qué no nos da su teoría sobre esto?", le preguntó el Presidente, mostrándole una rápida sonrisa mientras Alex le dirigía una mirada, juzgándola y evaluándola sin duda.

"Muy bien, no creo que haya sido una nación-estado la que les haya ayudado a conseguirlo", dijo ella, y un murmullo recorrió la sala.

"¿Y qué tiene para respaldar eso, señora secretaria?", le preguntó el trajeado de la CIA, y ella le dedicó una rápida sonrisa.

"De momento, es sólo una teoría, pero he pasado las dos últimas semanas rodeada de nuestros aliados, amigos y a veces enemigos. En ningún momento nadie insinuó nada de esto y es de naturaleza humana querer, digamos, frotar algo así, pero nadie lo hizo", razonó mientras repasaba en su mente todas las conversaciones que había tenido en las dos últimas semanas para tratar de cribar los pequeños detalles que pudiera haber pasado por alto.