VI. THE MASTERMINDS

318 30 10
                                    

Habia una vez un bibliotecario enamorado de la belleza de las letras.

No le gustaban las cosas comunes, era reservado, pues tampoco creia ni queria que nadie lo comprendiera. Por ello, todo lo que amo; lo amo solo.
Amaba los gatos negros, y los libros de asesinatos y terror. Le gustaba leer y pasar tiempo entre paginas y letras.

La literatura era su mejor y unica amiga.

El chico tenia hermanos, aunque se llevaban mas de amigos, pues realmente ninguno comparten lazos de sangre. Sinplemente son perros callejeros, que acabaron en el mismo charco de barro por diferentes motivos en la dichosa vida.

El bibliotecario leia y escribia; gano varior premios por ello. Incluso estudio becado en una importante universidad.

Sin embargo; su exito es un secreto para muchos ignorantes a los que ve diariamente. Como la mayoria de habitantes de la gran ciudad; al otro lado del bosque.

Aun asi, hace tiempo conoce a otro hombre.

Es bajito comparado con el; mas nunca a visto sus ojos, y menos aun sabe su nombre. Solo sabe que es detective. Y que vive en la ciudad a base de apuestas

Sabe que se le conoce como el rey de los ases; pues siempre deduce los resultados. Vive del lujo y de su inteligencia para hacer trampas o simplemente ganar. Mas aun, desde que un forastero; llamado Sigma. Habrio un casino en la ciudad.

Todo esto fue lo que su hermanita Kyoka, aun estudiante de secundaria le pudo contar, pues su amiga trabaja en un periodico y ella a medio tiempo en una cafeteria donde se entera de varias cosas.

El bibliotecario se llama Edgar Allan Poe, y ahora mismo quiere matar al chico enfrente suya.

El menor; al menos en estatura lo mira expectante, para comprobar si a vuelto a ganar la partida de ajedrez. Poe asiente derrotado.

Tu siempre ganas, ¿No es eso injusto?—Dijo Edgar

Sabes que gane porque me dejas ganar, asi no es divertido—Rebatio el otro

Eso lo dejo pensando. ¿Lo dejo ganar? Si, pero, ¿Como se habia dado cuenta?

El de cabello castaño recojio la bolsita de chocolates y salio sin decir nada. Sentia que habia algo que no podia controlar en el bibliotecario, y eso le ponia los pelos de punta. El siempre tenia el control de absolutamente todo; nadie lo controlaba a el.

Ni siquiera el maldito vendado

Ni el perro negro

Ni tan siquiera el demonio del norte

¿Porque entonces un simple chico, le ponia tan nervioso y pensativo? Dioses, le hacia querer ganar, y eso nunca le pasaba. Tenia tan asumido que siempre ganaba que le era normal, pero el...

Creo que lo odio...-Dedujo entonces. Eso tendria sentido. Solo queria remarcar que el era mas listo, guapo, agradable... poderoso.

Nadie era mejor que el, el era el mejor. Nunca jamas de los jamases nadie cambiaria eso

¿O tal vez si?

Despues de todo; su ... ¿Realcion? Era muy extraña. Ninguno hablaba casi nada durante los encuentros en la biblioteca de Poe, mas no era por desagrado o incomodidad. Mas bien porque se entendian a la perfección, las palabras simplemente no eran necesarias.

Ambos sabian lo que el otro pensaba y queria. Y actuaban en consecuencia a sus intereses.

Mas hace tiempo que Edgar se volvio ilegible para Rampo, y eso no le gusta. Porque implica que no sabe si realmente se esfuerza, o solo lo deja ganar para ver a el gatito jugar con su peluche favorito.

Esperando la oportunidad de quitarselo; para despues darselo de nuevo. Recalcando quien manda. Y eso a el no le gusta nada.

Aquel sujeto era raro, muy extraño y excentrico. Y sin embargo, tenia una de las almas mas bonitas que jamas habia visto.

Oh, y bien que el sabe de almas.

Despues de todo, los demonios viven de almas humanas. Y el no es la excepcion~

Yokohama, el pequeño pueblo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora