VII. EL CASINO

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Sigma era un hombre adinerado, todos lo sabian. Mas casi nadie sabia como.

El joven solo queria algo a lo que llamar suyo, estaba desesperado, queria sobrevivir en un mundo cruel, donde solo los fuertes ganan.

Aunque, siendo sinceros, el se pensaba el ser mas debil del mundo.

Hasta que conocio a dos personas.. o seres. Bastantes peculiares.

El primer sujeto apenas aparecia, solo cuando pregunta. O cuando le apetecia algo, era delgado. Demasiado para su altura, su forma física no era la mejor precisamente, pues se mareaba o desmayaba en seguidas ocasiones.

Siempre estaba pálido, y con un ligero rastro de sombra en las bolsas de sus ojos afilados. Ojos violetas, así como los tonos del vino tinto, o dulce. Mas estos transmitian una sensacion de intranquilidad constante, como su pudiera perforar la piel y entrar en tus pensamientos. Una mirada fría, como si en el fondo, anhelase algo.

El otro era todo lo contrario, le sobraba energía y bromas, era puro caos y aparecia de cualquier parte. Era un poco mas bajito, y siempre vestia ropas caras y extravagantes. Lo que mas llamaba la atencion era su cabello. Un cabello plateado como la luna, con reflejos blancos. Así como una mañana de invierno; donde el sol ilumina un día de nieve.

Sigma, acepto la compañía de ambos, hasta que fundo el casino y el mayor le presente un.. viejo amigo.

Menciono algo sobre que era su hermano adoptivo, no lo recuerda bien a ser sinceros.

Se trataba de un joven llamado Rampo Edogawa.

Y que, justo ahora acababa de ganarle al ajedrez frente a todos.

Yokohama, el pequeño pueblo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora