𝗝𝗔𝗘𝗛𝗔𝗘𝗥𝗔 𝗧𝗔𝗥𝗚𝗔𝗥𝗬𝗘𝗡 estaba sentada en su cama fingiendo ser alabada por sus súbditos. Traía una corona echa de materiales que podrías encontrar en cualquier lugar.
Movía su mano en forma de agradecimiento, la niña sabía cómo comportarse al frente de las personas. Sus hermanos eran lo contrario, apenas sabían como peinarse.
Un ruido en la puerta hace que se quite la corona rápidamente y la esconda en su almohada.
- Es hora de tu baño, cariño - Era su madre, Alicent Hightower. Esta había entrado a sus aposentos sin ni siquiera tocar la puerta.
Era algo común que su madre entrará sin tocar ¿Que podía esconder una niña de diez años?
- ¿Como ha sido tu mañana, madre? - La niña se levanta de su cama para colocar sus manos detrás de su espalda.
- Mis mañanas siempre son iguales, cariño - Alicent se acerca a ella con uno de los hermosos vestidos de la joven - Tu hermana la princesa Rhaenyra dio a luz a otro bastardo el día de ayer - Soltó - Tantas cosas en un día me tienen agobiada, y todo gracias a ese pequeño bastardo.
- ¿Bastardo?
- Si, ella no ama a su esposo y por eso anda buscando a otra persona que la haga sentir mujer.
- ¿Sentir mujer?
- Eres muy joven para entender - Mira el vestido de color rubio lino - Este te quedará perfecto - Mira a las sirvientas ahí paradas en la puerta - Preparen el baño para mí hija - Las sirvientas se dirigen al baño de la joven sin protestar.
- ¿Y mi hermano Aemond? - Esta pregunta con una sonrisa.
- Creo que está en el entrenamiento - La mujer se acerca al cabello albino de la niña para desenredar sus trenzas.
No había un tipo de relación entre Jaehaera y Aemond, eran gemelos. Si había conexión pero no romántica, cada uno sentía el dolor del otro. Los dioses estarían decepcionados si hay sentimientos románticos entre ellos.
