Capítulo 2

2.5K 232 2
                                    

El instituto de Forks era sin lugar a dudas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El instituto de Forks era sin lugar a dudas... Interesante, si esa era una buena palabra, es decir, era diferente a como se lo imaginaba, claro que no creía que fuera comparable con Hogwarts, pero la chica había llegado sin expectativas y aún así se sintió decepcionada.

Los muros estaban desgastados y le sorprendería si no tuviera goteras, estaba dividido en varios edificios, que más parecían casitas de tabique.

La muchacha camino hacia el primer edificio, encima de cuya entrada había un cartelito que rezaba «Oficina principal».
Recorrió un sendero de piedra flanqueado por setos oscuros. Respiró hondo antes de abrir la puerta.
En el interior había más luz y se estaba más caliente de lo que esperaba. La oficina era pequeña: una salita de espera con sillas plegables acolchadas, una basta alfombra con motas anaranjadas, noticias y premios pegados sin orden ni concierto en las paredes y un gran reloj que hacía tictac de forma ostensible. Las plantas crecían por doquier en sus macetas de plástico, por si no hubiera suficiente vegetación fuera.
Un mostrador alargado dividía la habitación en dos, con cestas metálicas llenas de papeles sobre la encimera y anuncios de colores chillones pegados en el frontal. Detrás del mostrador había tres escritorios. Una mujer pelirroja regordeta con gafas se sentaba en uno de ellos.

La mujer pelirroja alzó la vista.
— ¿Te puedo ayudar en algo?

—Si, este, buenos días, soy Athenea Black —le informó, y de inmediato advirtió en su mirada un atisbo de reconocimiento. La esperaban. Sin duda, había sido el centro de los cotilleos.

—Por supuesto linda —dijo.
Rebuscó entre los documentos precariamente apilados hasta encontrar los que buscaba. —Precisamente aquí tengo el horario de tus clases y un plano de la escuela.

Trajo varias cuartillas al mostrador para enseñarselas a la chica. Athenea vió que repasó todas sus clases y marcó el camino más idóneo para cada una en el plano; luego, le entregó el comprobante de asistencia para que lo firmara cada profesor y se lo devolviera al finalizar las clases. Por último la secretaria le dedicó una sonrisa a Athenea y le dijo que esperaba que le gustara Forks. La muchacha le devolvió la sonrisa lo más convincente posible, no quería que la amable mujer notará que ella no tenía ni una pizca de ganas de estar allí.

Los demás estudiantes comenzaban a llegar cuando Athenea salía de la oficina principal. La muchacha examinó el plano, intentando memorizarlo con la esperanza de no tener que andar consultándolo todo el día. Lo guardó en la mochila y se la echó al hombro.

Mantuvo la frente en alto y anduvo hasta la acera abarrotada de jóvenes.

Una vez pasada la cafetería, el edificio número tres resultaba fácil de localizar, ya que había un gran «3» pintado en negro sobre un fondo blanco con forma de cuadrado en la esquina del lado este. El aula era pequeña. Los alumnos que tenía delante se detenían en la entrada para colgar sus abrigos en unas perchas; había varias.

Athenea entregó el comprobante al profesor, un hombre alto y calvo al que la placa que descansaba sobre su escritorio lo identificaba como Sr. Masón. Se quedó mirandola por un instante, intentando descifrar que hacia una chica como aquella allí, no era común que una persona se mudará de la gran Inglaterra a un pequeño y lluvioso pueblo en Estados Unidos. Luego la envió a un pupitre vacío al fondo de la clase sin presentarla al resto de los compañeros. A éstos les resultaba difícil mirarla al estar sentada en la última fila, pero se las arreglaron para conseguirlo.
La chica pasó la clase de literatura garabateando entretenida en su libreta.

Cuando sonó el zumbido casi nasal del timbre, un chico flacucho, con acné y pelo grasiento, se ladeó desde un pupitre al otro lado del pasillo para hablar con Athenea.

—Tú eres Athenea Black, ¿verdad?
Parecía demasiado amable.

—si, emm, un gusto...—le muchacha dejo la frase al aire al no conocer el nombre del chico.

— Ah, soy Eric, Yorkie, Eric Yorkie— mencionó el chico que parecía nervioso y ambos se estrecharon la mano.

— ¿Dónde tienes la siguiente clase? —preguntó. La pelirroja tuvo que comprobarlo con el programa que tenía en la mochila.

—Eh... Historia, con Jefferson, en el edificio seis.
Mirase donde mirase, había ojos curiosos por doquier.

—Voy al edificio cuatro, podría mostrarte el camino —demasiado amable, sin duda.

—Gracias.

Recogieron sus cosas y salieron del aula.
Athenea hubiera jurado que varias personas los seguían lo bastante cerca para escuchar a hurtadillas.

—Bueno, eres de Inglaterra, ¿eh? —preguntó.

—Exacto, veo que estás bien informado — contestó ella con tono tajante, hacer amigos no se le daba.

—Allí también llueve a menudo, ¿verdad?

—Bastante.

—Vaya, no me lo puedo ni imaginar.

—No es tan diferente al clima de aquí —le explicó Athenea.

Pasaron junto a la cafetería de camino hacia los edificios de la zona sur, cerca del gimnasio. Eric la acompañó hasta la puerta, aunque la muchacha la podía identificar perfectamente.

—En fin, suerte —dijo cuando Athenea rozó el picaporte—. Tal vez coincidamos en alguna otra clase.
Parecía esperanzado. Le chica le dedicó una sonrisa que no comprometía a nada y entró.

La clase de historia era un completo asco, bueno, no era la clase en si, era más bien cosa de ella. Y es que ¿como esperaban que supiera en que año ocurrió la independencia de Estados Unidos? , ella ni siquiera era de allí, a ella le hubieran preguntado de Grindelwald o de Voldemort, o incluso de las guerras de los duendes, pero que iba a saber ella de la historia de aquel país.

El timbre sonó terminando con su martirio, guardó sus cosas en su mochila y salió del aula como si tras ella fuera la señora Norris

Se encamino a su siguiente clase y espero que matemáticas fuera menos aburrida.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Una Estrella En El Crepúsculo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora