- Brunn - dije con desgano.
- ¿ahora estas viviendo aquí? - pregunto en modo inspeccionando el lugar.
- si, y creo que deberías de dejar de entrar y salir como si fuera tu casa.
- ¿te lo ha dicho Alexander?
- no, pero ahora también vivo aquí, y se llama privacidad...
- dile a Alexander que necesito hablar con el - comenta y da la vuelta.
- Brunn - le dije antes de que saliera por la puerta, el se gira hacia mi y yo extiendo mi mano derecha - las llaves - le dije.
Se acerca a lentos pasos, tan lentos que era como esa especie de depredador que primero contemplaba a su presa para luego devorarla, me deja las llaves en las manos dejándolas caer mientras clavaba su mirada en mi, tenía la sensación de que Brunn y yo nunca lograríamos ser amigos.
Alexander llego bastante mas tarde de lo esperado, me dio un beso en la entrada y un fuerte beso que apenas me dejo sin aliento, sentí que así quería vivir el resto de mi vida.
- he pensado que podría buscar algo para trabajar yo también.
- ¿aquí? - pregunto con cara de extrañado - ¿en Berlín?
- si, claro, de esa manera podemos ahorrar un poco mas de dinero y podernos ir cuanto antes.
- no lo voy aceptar Asher, ¿estas loco? no voy a dejar que hagas eso, no voy a dejar que te arriesgues solo por ahí, ¿trabajar de que? bajo ningún concepto, no hasta que estemos lejos de aquí.
- la universidad, tendré que dejarla igualmente, de nada va a servir que siga yendo.
- te prometo que cuando estemos fuera de aquí seguirás estudiando - dijo mientras me tomo de las manos - quiero que cumplas todos tus sueños.
- no voy a ser una carga para ti, ¿si? voy a estudiar siempre y cuando pueda trabajar también y poder ayudarte.
Fue otra noche maravillosa, las primeras de muchas que pasamos durante esos días. Mi mundo se pintaba color de rosa, ya me daban igual el gris de los días, cada día, cada noche junto a Alexander era pura maravilla. Pero las cosas en las familias judías cada día se ponían peor, la economía del país caía en picado, muchos negocios de judíos estaban siendo cerrados, las noticias no eran buenas desde arriba.
- se dice que Paul von Hindenburg esta cada vez mas enfermo - comenta el señor Cohen reunidos en el despacho de mi padre junto con otros aristócratas judíos - el partido Nazi cada vez toma mas fuerza y cada vez son mas personas quienes lo apoyan, Hitler se siente con fuerzas y se teme que a la muerte del presidente el tome el mando.
- no lo vamos a permitir - dice mi padre - si quiere una guerra, tendrá una guerra.
- no seas necio Graf - dice Cohen - no se trata de guerras, ¿has escuchado de las barbaridades que se están diciendo? saqueos, robos, nos despejan de todo como animales, se quedan con nuestras fortunas, se hablan incluso de encarcelamientos, por el amor de Dios, ¿una guerra? debemos de irnos cuanto antes, no hay posibilidad de ganar ninguna guerra.
- no me pienso ir de Alemania sin mi hijo - dice el de forma rotunda y contundente.
A la mañana siguiente varios golpes en la puerta lograron despertarme de un sobresalto en la cama que compartía junto a Alexander, me entró pánico. Alex me miro y me hizo un gesto de que hiciera silencio y sigiloso se acerco a la puerta.
- ¿Quién va? - preguntó.
- soy la madre de Asher, por el amor de dios abre la puerta, se que esta mi hijo ahí.
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La casa de los prohibidos
RomansaAsher es hijo de una importante familia Judía en la Alemania Occidental ante de la llegada de los nazis. En el tiempo en que sutilmente es obligado a casarse con Hadassa, Asher conoce a Alexander un joven guapo alemán que le mostrará que la vida no...